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Javier Rodríguez

Así elegirá líder el PP

Solo puede quedar uno, pero antes deberá sortear varios obstáculos: el voto directo de los militantes y, luego, el de los compromisarios. 3.300 militantes tendrán la última palabra.

Así elegirá líder el PP

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El primer partido de España tendrá líder nuevo dentro de apenas un mes. Y lo elegirán los militantes, con una fórmula que sintetiza el proceso de elección que sigue los republicanos en Francia y los torys en el Reino Unido: cualquiera puede ser candidato con apenas 100 avales, pero sólo quien logre al menos un 10% de los votos en las urnas colocadas en todas las agrupaciones populares pasará a la siguiente ronda. Y allí decidirán los 3.300 compromisarios del partido, 500 de ellos natos.

Cospedal, Soraya, Casado y Margallo, por citar cuatro de los seis aspirantes más conocidos, deberán sacar al menos una de cada diez papeletas de las urnas que cada agrupación popular de toda España instalará en su sede para que los afiliados decidan quién es el jefe: si alguno de ellos logra el 50%, algo difícil cuando no imposible, será designado presidente de manera directa.

Pero si no, habrá una segunda vuelta a la que podrán concurrir quienes obtengan el 10% de las papeletas y, entre ellos, los dos con más porcentaje de apoyo. Ése es el filtro que tendrán que pasar todos para que los compromisarios, elegidos al mismo tiempo en que los militantes dan su primera opinión sobre los candidatos, decidan finalmente la identidad del sucesor de Mariano Rajoy.

Es un sistema algo complejo, pero técnicamente impecable: favorece la participación directa de los afiliados y, a la vez, concentra la decisión final en los dirigentes que tengan más ascendencia. Así se elige, por ejemplo, al presidente de la República de Francia. Y así pretendía Rajoy que se escogiera alcalde, en una reforma lanzada hace años que finalmente no fructificó nunca.

¿Pactos sobre la marcha?

Fuentes populares dan por supuesto que al menos tres de los seis candidatos anunciados pasarán a la segunda vuelta: Cospedal, Santamaría y Casado. A los dos últimos se les une de algún modo, integrando en la candidatura del otro al que logre menos apoyo de los dos. Pero eso es una quimera: ambos van a ganar y, en el caso de Casado, niega con contundencia ser la liebre de nadie para la presidencia del PP y, mucho menos, para la candidatura a La Moncloa.

De esto último se había especulado mucho, esparciendo la idea de que Feijóo se reservaba en el primer asalto para dar el paso y, con un presidente del partido de su cuerda, encabezar él la candidatura en las Generales contra Pedro Sánchez. Algo que parece imposible si el nuevo líder popular es cualquiera de los tres con más predicamento: todos ellos tienen el peso suficiente como para , una vez lograda la victoria, quedarse como cabezas de cartel.

La clave va a estar en cómo influyen los líderes autonómicos y provinciales en los compromisarios que acudirán al Congreso Extraordinario de finales de julio: si cada uno de ellos pacta con uno de los candidatos y además logra que sus delegados (un mínimo de cuatro por provincia) respeten esos acuerdos, vencerá quien consiga que sus acuerdos con los barones sea cumplido a rajatabla por sus 'subordinados'.

Ahí, en ese campo, Cospedal parece partir con alguna ventaja: al menos doce de las diecisiete agrupaciones autonómicas principales tienes por líderes regionales a personas de su confianza. Soraya tiene a Andalucía, con Juanma Moreno a su lado claramente y algunos líderes provinciales adversos, con Zoido en Sevilla a la cabeza. Y Casado es una incógnita: querido por las bases y en la calle, en una votación abierta tendría muchos apoyos, pero en una cerrada todo son dudas.

Sólo Margallo queda algo descolgado. En su Comunidad de Valencia natal, la dirección no le avala y parece más cercana a Cospedal, aunque los populares levantinos no son una piña desde hace tiempo.

La renovación

Con ese mapa, aventurar un resultado es algo osado. Pero algo sí queda claro. El elegido, sea quien sea, tendrá el respaldo más directo que se recuerda desde los tiempos fundacionales de Fraga. Ni Aznar ni Rajoy se sometieron a ese escrutinio de las bases ni a esa competencia a campo abierto con sus compañeros. Y esa novedad, entienden todos, beneficia al PP gane quien gane y tiene un nombre: renovación.

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