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El insondable camino de la renuncia de Feijóo

¿Por qué renunció Feijóo cuando nadie le hubiera discutido su liderazgo? ¿O tal vez sí? El sinuoso adiós del líder gallego suena a un 'hasta luego'. O quizá no, nunca se sabe con él.

Feijóo y Rajoy, hace justo dos años en Pontevedra

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Cuarenta y ocho horas antes de tirar la toalla sin haber empezado siquiera el combate, Alberto Núñez-Feijóo comentó a un amigo: “Me siento fuerte, claro, pero también pienso en Eva (su mujer) y en Alberto (su hijo de apenas 15 meses)”. Mensajes similares fue transmitiendo a los barones y demás dirigentes populares que le pedían un paso al frente para liderar el enorme reto que tiene planteado el PP: recuperar La Moncloa.

El presidente de la Xunta se movió en una ambigüedad calculada ante la carrera sucesoria abierta por Mariano Rajoy. Al tiempo que encabezaba todas las quinielas internas, optó por guardar sus cartas. La expectación generada y la escenificación hicieron creer a todos que se presentaba. “En un 99%”, ratificaba un destacado miembro del Comité Ejecutivo del PPdeG presente en el acto convocado por Núñez-Feijóo. Era su momento. Difícilmente tendría otro, pese a los rumores sobre dosieres guardados contra él en ilustres cajones, que su círculo más cercano, por cierto, siempre niega.

El desalojo provocado por la moción de censura a Mariano Rajoy hizo saltar sus planes en mil pedazos

Todo resultó un espejismo. “Sin haber completado mi compromiso no puedo fallar a los gallegos, porque sería también fallarme a mí mismo”, dijo de repente el líder gallego, ante una atención política y mediática enorme, con cara de tristeza y dando la sensación de que iba a romper a llorar en cualquier momento. Ponía fin a muchas horas de minuciosa labor para que las cosas hubiesen sido muy diferentes.

Núñez-Feijóo aguantó el tipo como pudo, pero el estupor se extendió por Génova 13 y fue paulatinamente recorriendo los diferentes rincones de la familia popular. El sucesor natural en el PP había desistido antes incluso de abrirse la carrera. Todo se llevó con tanto secretismo que ni siquiera el propio Mariano Rajoy sabía de su renuncia. Era un punto final, se quedaba en su tierra. Los colaboradores más cercanos de Alberto Núñez-Feijóo, a toro pasado, explican ahora lo ocurrido: “Careció de garantías de cohesión y apoyo internos para asaltar La Moncloa, además de pesar notablemente su situación personal”.

Él conoce a la perfección todas las características que lo convertían en “el sucesor” y, de hecho, las explotó al máximo estos últimos años. Como también era consciente de los riesgos a los que se enfrentaba. Atrás quedaban meses de trabajo oculto, prodigándose en apariciones públicas en Madrid, además de numerosos almuerzos discretos y entrevistas a medios de cobertura nacional.

Pensaba ser el portavoz

Núñez-Feijóo contaba con que Rajoy permaneciese en el poder hasta 2020, cuando están previstas las elecciones gallegas, y antes lo señalase como heredero desembarcando a su vera con tiempo suficiente. Al menos, como portavoz del Gobierno: “Fueron innumerables las ocasiones en las que Alberto denostó ante Mariano la figura de Iñigo Méndez de Vigo como voz y rostro del Gobierno”, rememora un próximo a ambos. Pero, el desalojo provocado por la moción de censura hizo saltar sus planes en mil pedazos.

De alcanzar la presidencia del PP en este momento, sería con todo en su contra. En primer lugar, sin escaño en la Carrera de San Jerónimo durante demasiado tiempo. Y, además, tras una carrera interna muy complicada donde sabía que al menos debería enfrentarse a Pablo Casado y Soraya Sáenz de Santamaría.

Ese quedarse en la reserva, por lo que pueda pasar, es para muchos la prueba de que había visto frustrada su pretensión

Ni que decir tiene que a algunos círculos de poder populares se les cortó la respiración ante la abrupta deserción de Núñez-Feijóo. La decisión del presidente de la Xunta dificultaba mucho las cosas y forzó movimientos precipitados, como los de María Dolores de Cospedal, quien, sin tenerlo previsto de antemano, decidió ofrecer en abierto el discurso ante su dirección regional, confeccionado a toda prisa durante la noche antes. Era obligado para la secretaria general aspirar a lo más alto, toda vez que sabía de sobra que Sáenz de Santamaría preparaba meticulosamente su lanzamiento a la carrera y que Casado ya había saltado a la arena.

Hechos los anuncios, arrancaron los posicionamientos y las presiones sobre los diputados nacionales, principalmente por parte de los sorayistas. “Durante los últimos años, con Soraya en la vicepresidencia, no existíamos ni nos dirigían la palabra, ahora las llamadas son incesantes”, me confesaba un parlamentario. Mientras, cobraba fuerza la alternativa de Pablo Casado como el mejor aspirante para que no se rompa el partido tras la marcha de Rajoy y los inesperados nones de Feijóo.

En medio de la refriega, Alberto Núñez-Feijóo ha dado un coletazo más, dejando la puerta abierta, en un roadshow por distintas cadenas de radio, a intentar su irrupción nacional cuando termine su mandato. “Si en 2020 tuviese la oportunidad en un congreso de presentar mi candidatura, estaría a disposición del partido si me necesitasen”, reconocía en la SER. En términos similares se pronunciaba ante los micrófonos de la COPE.

Ese quedarse en la reserva, por lo que pueda pasar, del presidente gallego, es para muchos la prueba evidente de que había visto frustrada su pretensión de ser el nuevo líder del PP “por aclamación”. “Era lo mínimo que se merecía el único presidente autonómico que tiene el partido ahora con tres mayorías absolutas a sus espaldas”, apunta un diputado gallego.

El tren gallego

Cabe interpretar, desde luego, que su apuesta era la estrategia de los hechos consumados. Pero la operación Núñez-Feijóo como candidato único de consenso, impulsada por dirigentes como Fernando Martínez-Maillo, saltó por los aires rápidamente. El tren gallego, al menos de momento, ha pasado. El PP ha querido demostrar que es un partido que practica la democracia interna, dando una valiosa lección a propios y extraños.

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