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Todo abierto en un PP que necesita darle la decisión final a los militantes

Gane quien gane, ha de representar de verdad a los militantes y tener un primer objetivo: el control del Gobierno, el problema en Cataluña y la exigencia de Elecciones con urgencia.

Todo abierto en un PP que necesita darle la decisión final a los militantes

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A poco más de una semana para que los militantes del PP decidan, de manera directa y sin intermediarios, qué dos de los seis candidatos a la presidencia del partido pasan a la segunda ronda, todo parece abierto. Y eso es una buena noticia para la formación y, de paso, para el conjunto de la política española.

La incertidumbre, en procesos así, es garantía de aperturismo y renovación, pues entrega al vencedor final un plus de representatividad que en el PP hace falta: el estigma de la corrupción, provocado por sonoros casos, no representa al conjunto de los cargos públicos y dirigentes populares; pero sobre todo no lo hace a los afiliados.

El PP no perdió en las urnas y debe mantener un discurso sólido sobre España y el nuevo Gobierno gane quien gane

Y si ellos deciden de verdad, de la forma más directa posible, tampoco lo hará al designado sea quien sea: la marcha de Rajoy de la presidencia popular, previo desalojo traumático de La Moncloa, zanja la epidemia de corrupción desde un punto de vista político y la limita a un estruendoso terreno penal que aún tiene por delante mucho recorrido.

Dos vueltas, una decisión

Así las cosas, lo único que sí parece claro es que la disputa se limita a tres candidatos -Cospedal, Casado y Soraya-, dos de los cuales llegarán a una segunda votación en la que los compromisarios -3.300; 500 de ellos natos- tomarán la decisión definitiva: aquí también sería deseable que todos ellos votaran en conciencia, sin atender en demasía a sus dirigentes territoriales, y ello ocurrirá si entre la primera votación de todos los militantes y la final de sus representantes existe una razonable similitud.

Gane quien gane, no obstante, hay varios objetivos que ninguno de ellos debe obviar y han de guiar sin duda sus primeros pasos. El primero ha de ser el control de un Gobierno tan legal como desprovisto de legitimidad en las urnas que, sin embargo, pretende agotar la legislatura y va adoptando medidas que necesitarían del plácet ciudadano y no del apaño parlamentario con los lamentables aliados que la ya le brindaron su respaldo en la moción de censura.

El PSOE, sin el concurso de los españoles, aspira a eternizarse y a adoptar decisiones fruto de sus deudas parlamentarias

Con Cataluña como gran problema de España y un pulso sostenido por el soberanismo, que modifica algunos de sus medios pero no cambia de fines, la existencia de un Ejecutivo sostenido en esos partidos es más que inquietante y se refleja casi a diario en decisiones y silencios preocupantes: desde el acoso a la Casa Real, sin réplica del presidente; hasta el empeño retórico en cambiar la Constitución; casi todo lo que sugiere el PSOE alimenta la escalada que debería frenarse.

Elecciones pronto

Y para eso hace falta un PP sólido, consciente de que ganó las dos últimas Elecciones Generales e insistente en la petición de que se convoquen nuevos comicios con la máxima urgencia, sin excusas ni dilaciones que no ayudan a España y atienden en exclusiva a las necesidades de un partido, el PSOE, dispuesto a conservar el poder de la misma dudosa manera en que lo logró.

Gane Casado o Cospedal, e incluso una exvicepresidenta que parece algo descolgada en la carrera interna; el PP ha de actuar como un partido de Gobierno en una situación excepcional para España que no se remedia con buenas intenciones ni, mucho menos, cediendo ante quienes han utilizado siempre esa generosidad para saltarse todas las líneas en lugar de para asentarse con lealtad en el terreno de juego constitucional compartido.

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