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La certeza de que Sánchez cede ante el independentismo por darle la presidencia

El presidente no defiende a los Reyes ni mantiene un discurso constitucional; se limita a atender lo mejor que puede las exigencias de sus socios de investidura.

La certeza de que Sánchez cede ante el independentismo por darle la presidencia

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El Gobierno de Sánchez tiene ultimado el traslado de buena parte de los presos preventivos del procés a cárceles catalanas, en un probable paso previo a su excarcelación parcial, mediante permisos temporales, hasta la celebración de sus juicios. Y no se descarta que, cuando éstos culminen con las más que posibles condenas que merecen sus actos delictivos, se active la concesión de indultos.

Lo pidio públicamente hace ya meses el secretario general del PSC, Miquel Iceta, y todos los pasos dados desde la llegada a La Moncloa apuntan en esa dirección tan inquietante, no tanto por los hechos en sí como por lo que representan: la asunción del discurso y la agenda soberanistas, que transforman un Golpe de Estado en un acto de libertad y a presuntos delincuentes desde cargos públicos en presos políticos reprimidos.


En una democracia sólida, tan inquietante es que alguien pague un precio personal por sus ideas como que éstas, sean cuales sean, se conviertan en una excusa para saltarse todas las leyes y pisotear la Constitución, que es la primera de ellas.

Y España lo es, incluso con concesiones que en otros país de honda tradición libertaria, como Alemania o Francia, son impensables: aquí se puede ser independentista, pero no se puede serlo saltándose las normas que regulan la convivencia, fijan el procedimiento y establecen unas reglas del juego imprescindibles para evitar el caos.

Las deudas de Sánchez, no de España

Todo eso se ha saltado el nacionalismo, pero las deudas personales de Sánchez parecen olvidarlo de repente: si hace apenas un mes el entonces secretario general del PSOE defendía el endurecimiento del delito de rebelión en el Código Penal o la renovación de un 155 más enérgico y comparaba acertadamente a Quim Torra con Le Pen; ahora mira para otro lado ante cada desprecio e intenta aproximarse lo más rápido y cerca posible a las posiciones que satisfagan a sus acreedores políticos.



Lo único que ha cambiado en ese tiempo es su estatus personal, y por tanto es inevitable pensar que el presidente se está pagando con los intereses colectivos de España un cargo que debiera haber logrado en las urnas: alcanzarlo tomando prestado el apoyo de partidos a los que el PSOE contribuyó a aislar, con razón, tiene una contrapartida inasumible que sin embargo el Ejecutivo está asumiendo.

El presidente está alimentando al soberanismo porque no le queda más remedio: llegó a Moncloa con su apoyo

Porque junto a las cesiones, preparatorias tal vez de algo mayor cuando las circunstancias se adapten, estamos viviendo una cadena de silencios inadmisibles de La Moncloa ante los desprecios de un soberanismo que no ha renunciado a sus fines, ni lo hará, aunque haya modificado sus medios para evitarse consecuencias penales que ya sufren algunos de sus líderes.

El boicot a los Reyes, el desplante al embajador de España en Washington, el nombramiento de una fugada como 'embajadora' en Bruselas, la reapertura de las delegaciones propagandísticas en toda Europa, las advertencias de Rufián en el Congreso o el mantenimiento del discurso rupturista son hechos objetivos ante los que Sánchez calla o responde apelando a un talante inane y a un diálogo impreciso que en ningún caso están a la altura del responsable de un Ejecutivo ni modifican las intenciones del nacionalismo.


Lo cierto es que los abusos, desprecios y objetivos del nacionalismo siguen plenamente vigentes; y lo cierto también es que el Gobierno no actúa ante ellos y, cuando lo hace, es para reforzarlos simbólica, legal y políticamente; sin pedir nada a cambio, sin observarse arrepentimiento alguno en quienes vieron en la moción de censura una posibilidad, simplemente, de convertir a La Moncloa en un rehén de sus propias expectativas.

Reforzar en vez de contener

Acerque o no a los presos y termine o no indultándolos -dos opciones controvertidas pero viables en un contexto de asunción constitucional por parte del separatismo-, lo más grave de la actitud de Sánchez es que esta reforzando el mayor desafío que sufre España en años para ganarse unos meses de presidencia y prepararse las próximas Elecciones Generales. Y eso es, sencillamente, inaceptable.

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