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Los platos rotos

La potencia de Cospedal, el desparpajo de Casado y el arrojo de Soraya: una competición a campo abierto que, no obstante, necesitará cicatrizar algunas heridas abiertas entre todos.

Cospedal, con Pío García Escudero, presidente del Senado y del PP madrileño, este jueves

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El pulso entre aspirantes por el liderazgo del PP se libra hasta en los pasillos del Congreso de los Diputados. “Deja solos a Isabel García Tejerina (partidaria de María Dolores de Cospedal) y a Cristóbal Montoro (fan de Soraya Sáenz de Santamaría) y verás que sólo sobrevivirá uno”, cuenta sotto voce un estupefacto dirigente del grupo parlamentario.

A estas alturas de la carrera, en el aire hay un denso olor a cisma. ¿A quién quieres más a papá o a mamá? Los cuchillos relampaguean, sobre todo entre las dos candidatas por más que cuiden las formas. Los equipos se miran de reojo, siguiéndose cada paso, aunque los “sorayos” han sufrido en los últimos días varios chascos insufribles.

La clave andaluza

La sonrisa se les borró después de su salto a Murcia, donde el éxito de convocatoria de la ex vicepresidenta fue eclipsado apenas 24 horas después en la misma plaza por la secretaria general. La angustia terminó de apoderarse de los seguidores de Sáenz de Santamaría con el paso de Cospedal por Andalucía, un territorio que creían, con la inestimable ayuda de Javier Arenas, tener bajo control.

El caso es que la presencia de la militancia alrededor de María Dolores de Cospedal en Estepona o Sevilla rompió las expectativas más optimistas del propio entorno de la “número dos” del partido. Por último, para asombro de muchos, a Soraya no le ha importado presumir, sin inmutarse, de no tener vínculos con el aparato, ni pisar el barrio obrero de Vallecas rodeada de ex ministros que presumen de gastarse 400 euros en un taxi para mandar a un “propio” a entregar su aval a Génova 13.

Las primarias tienen vida por sí mismas y aguantan dinámicas difíciles de controlar. Con fuerza arrolladora, propia de su carácter joven, continúa incansable Pablo Casado, el renovador en discordia cuyo papel, necesariamente, es pisar muchos callos.

El papel de Maíllo

“Nos vamos a divertir, que me he quitado la faja”, advierte Casado, preparado a darlo todo en la recta final de la carrera sucesoria. Un Pablo Casado que tiene el mérito de haber soliviantado a Fernando Martínez-Maillo por levantar acta, allí donde va, de los problemas internos que tiene el partido. Hora es que alguien ponga el grito en el cielo por las muchas goteras del PP. Con todo, estas primarias van a dejar muchos platos rotos que habrá que recoger rápidamente para reactivar unas siglas creíbles como alternativa de poder.