Primarias agotadoras
Al final tenía razón Feijóo: un presidente aclamado con una dirección renovada le hubiera venido mejor al PP para reactivar su propuesta y pelear contra el desalojo de Sánchez y sus socios.
María Dolores de Cospedal está cargada de razón recordando que el PP conoce bien las consecuencias de la desunión y, por ello mismo, no puede salir roto de las primarias que decidirán el sucesor de Mariano Rajoy. Y, visto lo visto, quizá sea igualmente necesario expresar que para este viaje no hacían falta tantas alforjas.
Porque, una vez conocida la cifra de inscritos que pueden votar el próximo jueves 5 de julio (66.400), es complicado defender que este proceso esté despertando ilusión, verdadera ilusión, entre las bases. Cada día que pasa, los afiliados se muestran más cansados de esta campaña entre compañeros a quienes conocen de sobra, y desde hace tiempo.
“¡Que acabe ya, por favor!”, casi suplicaba una militante que en los últimos diez días ha ido cuatro veces a su sede a escuchar a “subalternos” de los precandidatos... y una más a inscribirse.
Para Cospedal, Soraya es culpable de una política en el PP destinada a confundirse con la izquierda
No es desunión lo que hoy necesita el PP. Por supuesto. No sobra nadie. Al revés: faltan manos para frenar la caída, faltan mandatarios creíbles que puedan convencer a los españoles de que los populares no son unos políticos generalmente corruptos, y tan insensibles que mercadean con el sufrimiento de los demás mientras a ellos les va bien. Faltan voces dentro de ese partido con ideas que aspiren a volver a reunir a todo el centro derecha español.
A la vista de esta “descriptible” ilusión; contemplando las heridas que crea entre los dirigentes populares la carrera sucesoria; sabiendo que las crisis de los partidos sólo las abren y las cierran los ciudadanos en las elecciones; con la conciencia de haber perdido casi cuatro millones de votantes desde 2011; y sin saber, hasta las próximas municipales y autonómicas, si la sangría de votos se ha detenido o no... tal vez habría que concluir que el líder popular que hizo un diagnóstico más certero de la situación de conjunto fue Alberto Núñez Feijóo.
Es verdad que, en España, triunfan en el ambiente las primarias vigorizantes. Yo mismo las considero un buen instrumento legitimador. Pero, seamos honestos: la mayoría de los dirigentes del PP las rechazaron tanto, considerándolas un proceso extraño a su cultura partidista y que sólo traerían división y cisma, que las convirtieron en un asunto ajeno para los afiliados. Los cuales, llegado el momento, lógicamente han pasado de ellas.
Feijóo tuvo razón al hacerse a un lado: un proceso sensato de selección, culminado en un Congreso con un candidato elegido por aclamación y con una dirección joven de imagen regeneradora, hubiera despertado mayor ilusión que el cansino peregrinar en el que se ha enfrascado el PP. Pero, ya se sabe, de nada vale llorar por la leche derramada. Con el no del barón gallego cuando comprobó que Soraya Sáenz de Santamaría pensaba presentarse a cualquier coste, todo vino rodado. No había otra opción que convertir la necesidad en virtud.
La "culpable"
Cospedal decidió rendir otro servicio más al partido y, pese a no tenerlo previsto, dio un paso al frente para evitar que cayera en manos de Sáenz de Santamaría. En opinión de la secretaria general, la ex vicepresidenta es la culpable de una política para confundirse con la izquierda, a la espera de que al Gobierno de centro derecha le perdonaran la vida los famosos periodistas que expiden a diario los carnets de “progresismo”.
Fue un error estúpido, por supuesto. Ahora, además, se extiende la sensación entre importantes mandatarios populares de que si Soraya toma los mandos, una parte de la organización iniciará el éxodo. Ojalá este importante nuevo servicio de Cospedal al Partido Popular no sea el último... aunque esto, más que certeza, es un deseo personal.
Y al final, queda Pablo Casado… Un político, ciertamente joven, que ha dado grandes batallas por el PP en campos que sus compañeros ni se atrevían pisar. Tiene ideológicamente las ideas bien asentadas. No me lo ha contado nadie: he vivido a su lado debates donde ha estado memorable defendiendo a su partido en programas tan complicados como La Sexta Noche, entre otros. Casado, junto a Andrea Levy y Javier Maroto, son la cara más reconocible de ese nuevo PP que cualquier afiliado ansía.
El camino de Casado antes de empezar estas primarias estaba cantado: era el candidato deseado por todo el partido para ganar la vital plaza de Madrid. Pero, ¿y ahora qué? Porque si gana, tendrá que fijar su vista en La Moncloa. ¿Quién será entonces el candidato en la capital de España sabiendo que el resultado va a marcar -¡y tanto!- las posibilidades de recuperar el poder a nivel nacional? Un verdadero desiderátum.
¿Y Madrid?
Aunque el drama sería mucho mayor aún si Casado pierde la carrera de las primarias, porque ¿con qué cara encabezaría luego la lista de su formación por Madrid si sus mismos afiliados le han dado nones unos meses antes? En fin, permítanme la pedantería de decir, rememorando a Ortega: “No es esto, no es esto”. Por desgracia, no, no es esto.