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Casado y Soraya: un pulso hasta el final con España esperando que el PP resucite

La victoria de Soraya y el éxito de Casado dejan todo abierto hasta el final, pero el PP no debe olvidar su verdadera función en un momento político tan delicado ahora mismo para España.

Casado y Soraya: un pulso hasta el final con España esperando que el PP resucite

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Las inusuales Primarias del PP, un partido sin tradición al respecto que adoptó este procedimiento por emulación pero probablemente pensando que nunca lo utilizaría, han dividido a los militantes en tres bloques no muy distantes de apoyos con una ganadora formal, Soraya Sáenz de Santamaría; otro moral, Pablo Casado y una derrotada numéricamente, María Dolores de Cospedal.

Que la excluida de la segunda vuelta lograra casi un 26% de las papeletas y que entre la primera y el segundo apenas haya 1.500 votos de distancia evidencia la apretura entre todos ellos, la división momentánea de la militancia y la incapacidad -saludable- de los aparatos para influir de manera decisiva en los afiliados.

La pregunta que deben hacerse todos es qué le interesa más a su partido y a España. Un PP sólido, centrado ya en la agenda política real y no en la interna

Nadie ha arrasado, pues, y nadie se ha desplomado tampoco, lo que envía un mensaje muy claro para el futuro al corto plazo: o se produce un entendimiento real entre las distintas sensibilidades; o la elección del próximo líder dejará unas profundas heridas en un partido ya suficientemente dañado por el traumático desalojo del poder, la salida de Rajoy y el infierno judicial en el que aún anda sumido.

Pero antes de esa 'reunificación', debe responder a la última pregunta interna que decidirán poco más de 3.000 compromisarios en el Congreso del 20 de julio: ¿Soraya o Casado? Salvo que haya un pacto previo que permita acudir al cónclave con una única lista de consenso, los representantes de los afiliados tendrán que resolver esa incógnita y decantarse en favor de la exvicepresidenta, cuya meritoria victoria provisional desmonta el mito de su poca ascendencia interna; o en el del joven diputado, cuya irrupción ha sido pletórica y seguramente lo hubiera sido más en una votación más abierta al conjunto de los seguidores populares.

¿Pacto o hasta el final?

Sáenz de Santamaría ofreció un pacto nada más proclamarse su victoria, y Casado lo rechazó, en principio, antes incluso de que se lo detallaran. Todo indica, pues, que el pulso proseguirá hasta el final, una opción respetable si a continuación se produce esa integración y todo el PP se centra en su verdadero cometido, ahora desdibujado.

Porque su proceso interno, conviene que no lo olviden sus dirigentes, le ha hecho desaparecer de casi todos los grandes debates en un momento crucial para España, facilitando al Gobierno y a sus socios un sinfín de decisiones y medidas polémicas, especialmente en lo relativo a Cataluña y RTVE.

¿Sería mejor anunciar un acuerdo ya entre los dos dirigentes que incluyera también a Cospedal y lo que representa? ¿O llegados a este punto es mejor llegar hasta el final de camino y buscar posteriormente esa integración? Las dos posibilidades tiene pros y contras y, por ello, ambos son legítimas y viables.

Nadie ha arrasado y nadie se ha desplomado, lo que envía un mensaje de entendimiento real entre todos

Seguramente Casado es el más interesado en agotar las opciones, en la creencia nada descabellada de que Cospedal está más cerca de sus posiciones que de las de su rival. Y probablemente a Santamaría le interesa más un acuerdo previo, con generosidad hacia todas las partes pero con ella al frente del partido desde su victoria en la primera vuelta.

La pregunta que deben hacerse todos es qué le interesa más a su partido y, sobre todo, a España. Un PP sólido, centrado ya en la agenda política real y no en la interna, es fundamental siempre, pero especialmente cuando el país vive instalado en la excepcionalidad con un presidente no elegido por los españoles, que gobierna gracias a los controvertidos apoyos del separatismo bajo las continuas concesiones a éstos.

Un PP borroso

Todo lo que no sea concentrar su acción en controlar esa acción y defender el derecho de los ciudadanos a decidir en las urnas, será un error irreparable en un PP borroso como nunca pero, también, con una oportunidad final para regenerarse rápido y reforzar su alicaída marca.