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Eloisa Sánchez Bolínaga

Soraya recoge tempestades en el PP catalán por su errática "Operación diálogo"

La ex vicepresidenta ha logrado poner en prevención a la mayor parte de los inscritos en Cataluña. Entre otras cosas por la posibilidad de que coloque a Millo en sustitución de García Albiol

Esta fotografía con Junqueras ha perseguido a la exvicepresidenta.

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Soraya Sáenz de Santamaría cierra los ojos y se tapa los oídos. La candidata al liderazgo del PP sigue su camino fijado, contra viento y marea, del “yo soy la única capaz de ganar a Pedro Sánchez”.

Y es que la ex vicepresidenta es sobre todo una mujer de poder, aunque los muros que la hayan rodeado los últimos siete años se le cayesen encima tras una moción de censura que la sacó de La Moncloa sin esperarlo.

Si algo se le ha reprochado en estos años a Sáenz de Santamaría desde su partido ha sido su escaso gusto por la política y su olvido de los principios que han representado siempre las siglas populares. “Es una gestora”, decían sus propios compañeros.

El antecedente Pons

De hecho, una de las primeras decisiones tras la victoria electoral de 2011 fue tachar a Esteban González Pons como ministro portavoz del primer Gobierno de Mariano Rajoy para asumir ella misma la comunicación: la deseaba más neutra y sin tantas aristas ideológicas como se había estado planteando desde Génova.

Casado ha puesto el foco sobre ese talón de Aquiles: “El ADN del PP es no negociar con independentistas, bajar impuestos, estar a favor de la familia y de la vida y homenajear a las víctimas”

La consecuencia de borrar a quien había sido el rostro de los mensajes que les llevaron desde la oposición a la mayoría absoluta fue un cambio en buena parte de lo prometido: bajada de impuestos, cambio de la ley del aborto, apoyo fiscal a las clases medias, profesionales y autónomos, “Justicia, Memoria y Verdad”, etc.

Comenzaron a transmitirse desde La Moncloa mensajes de un tono “tecnocrático” y “leguleyo” indescifrable, nada sensible, que rápidamente trasladaron a los españoles una imagen fría y alejada de sus dirigentes en años de una angustia general por la feroz crisis económica que les machacaba. Se decidió poner la gestión por delante de cualquier otro aspecto.

El dardo

Este sábado Pablo Casado profundizaba al respecto poniendo el foco sobre ese talón de Aquiles de su oponente en la segunda vuelta de la carrera sucesoria: “El ADN del PP es no negociar con independentistas, bajar impuestos, estar a favor de la familia y de la vida y homenajear a las víctimas del terrorismo”.

Está fresca, demasiado, la gestión del órdago secesionista en Cataluña planificada por la ex vicepresidenta del Gobierno: el ridículo por las urnas que jamás se pondrían, el referéndum que nunca se iba a celebrar, la “Operación diálogo” y los vanos intentos de acercamiento a Oriol Junqueras... No es sencillo olvidarse de ello.

Tanto, que si algo atormenta a los cargos medios del PP de Cataluña es un triunfo de Sáenz de Santamaría que promoviese a Enric Millo, ex delegado del Gobierno, como sustituto de Xabier García Albiol. “La mera conjetura es deprimente”: así de tajante se expresa un edil popular de uno de los ayuntamientos importantes de la comunidad autónoma.

El propio Millo, volcado entusiásticamente en apoyo de Soraya, ya desliza en petit comité ese propósito, a base de intentos –en algunos casos demasiados forzados- de mantener vivas las relaciones con reconocidos pesos pesados del menguante PPC. Está tomando, por si acaso, posiciones para más adelante, si bien su área de influencia interna se circunscribe en la actualidad a una provincia tan complicada como Gerona.

Enric Millo concita demasiados recelos, a diferencia de García Albiol, contra quien no existen críticas exageradas en el seno del partido. Es más, se le reconoce el esfuerzo realizado en las elecciones autonómicas del 21-D en condiciones tan adversas, acrecentadas por un despliegue limitado del artículo 155 de la Constitución.

Millo, elegido por Sáenz de Santamaría como su principal interlocutor con la Generalitat catalana -seguramente por su pasado nacionalista en CiU- fue a la postre el responsable de desplegar sobre el terreno la estrategia de “mano tendida” al secesionismo, que la vicepresidenta insistió en mantener hasta el último minuto y que, finalmente, naufragó ante la golpista hoja de ruta de Carles Puigdemont y los suyos.

Cambios en el PPC

Millo, que llegó a estar imputado por el “caso Pallerols” aunque finalmente el procedimiento en su contra fue sobreseído, aterrizó en el PPC tras la ruptura de su relación con Josep Antoni Duran i Lleida por negarle la condición de cartel electoral en 2003, y logró integrarse en la ejecutiva de unos populares catalanes volcados entonces en atraerse políticos de la esfera nacionalista.

Nadie duda en el PPC de la necesidad de un urgente cambio en su estructura después del verano para recoger los cristales rotos de estos años. Hay que intentar revivir el partido. Referente, aunque en horas bajas, sigue siendo la ex ministra de Sanidad, Dolors Montserrat, actualmente tentada por abandonar la política tras su decepción como portavoz de María Dolores de Cospedal, gran sacrificada en la primera vuelta de las primarias. Tampoco hay que quitar la vista de la joven y emergente vicesecretaria general del PP, Andrea Levy, ni del líder popular en Tarragona, Alejandro Fernández, ambos alineados con Casado.

La pura realidad es que la ex vicepresidenta ha logrado poner en prevención a la mayor parte de los inscritos en Cataluña en la contienda para suceder a Rajoy. Basta ver el mapa de votación del 5 de julio, con Casado (736) más que doblando los apoyos de Sáenz de Santamaría (296), y Cospedal por delante también de la ex número dos del Gobierno (371). Pablo Casado, de hecho, ha vencido en tres de las cuatro provincias catalanas: Barcelona, Tarragona y Lérida.

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