Tractoria toma la Bastilla
Los héroes de Tractoria han tomado la Bastilla. Tanta épica y retórica esconde un acto de ínfimo sacrificio en realidad: invadir una cárcel abandonada y quedarse una noche a dormir.
Según parece, los heroicos Comités de Defensa de la República (curioso desempeño éste de defender lo que no existe) han pasado de asustar a turistas desprevenidos en las playas clavando cruces en la arena, a ocupar una cárcel en Barcelona, organizando “un desayuno, una asamblea y un aperitivo”. Naturalmente, la cárcel es La Modelo, que las demás tienen guardias y no se dejan.
Debo confesar que es tan incansable y pintoresca la prolífica imaginación independentista, que uno ya se termina embruteciendo y acaba por no pillar los matices que convierten una ingesta de butifarra en dos tiempos -asamblea de por medio- en un solemne acto revolucionario. Aunque tampoco creo que importe demasiado porque, probablemente, lo importante del acto no es el hecho en sí mismo, sino la propaganda que sus protagonistas han hecho de él.
Vayamos a su cuenta de twitter y leamos el principio de su proclama: "por la república, por nuestra Bastilla, por dignidad, porque seguimos en pie, porque no permitiremos ni un paso atrás…”.
A dormir...
El comienzo pinta bien. Estremece la épica. Es leerlo y oír al fondo las trompetas de Masada, los rugidos de las madres saguntinas frente a Aníbal y los tambores de Numancia ante los romanos. Pero ocurre que, al final, el esperado compromiso heroico que ansiamos oír, gritado en versos de sangre a ritmo de La Marsellesa, se queda en lo siguiente: “nos quedamos a dormir".
¿”República”, “Bastilla”, “dignidad”… para que al final, en la misma frase, cuando los héroes de Tractoria pasan a definir el sacrificio que están dispuestos a realizar para que tanta épica se haga realidad, resulte que éste consiste en renunciar por una noche al pijama y al orinal de casa? ¿Éste es el supremo grado de inmolación que el Pueblo Elegido de Pujol ofrece por la conquista de su Gran República Catalana?
Si algo han demostrado los independentistas es que son plenamente conscientes de la importancia de la propaganda y de que su necesidad es mayor cuanto menor es el aprecio del propagandista por la libertad, como es su caso (la razón es simple: la libertad del individuo se vende sola, su represión, no; ésta exige edulcorantes como la igualdad, el enemigo exterior o la forja de la Tribu, y su mezcla necesita de mucho relato para ser vendida).
Pero lo que parecen haber olvidado estos irredentos de Pedralbes es que si hay algo que definitivamente no se puede hacer ni en marketing, ni en la vida, es el ridículo.