Los tropezones de Celaá
Los reiterados errores de la portavoz del Gobierno confirman que no está en la 'pomada' y plantean una pregunta que alguien debería responder: ¿Por qué la eligieron a ella?
“No está funcionando”, explica el jefe de prensa de un importante ministro para ilustrar un secreto a voces en el seno del Gobierno. Isabel Celaá ha tardado poco en convertirse en una de las mayores creadoras de polémicas de La Moncloa. Justo lo contrario de lo que se deseaba hiciera cuando se la nombró. “Ejercer de portavoz sin ‘pisar charcos’ innecesarios, únicamente los viernes, tras los habituales Consejos de Ministros, eso era todo lo que debía hacer”, me señala una fuente monclovita.
Mientras el esfuerzo está puesto en ofrecer una imagen de cierta estabilidad, la también titular de Educación acumula una serie de errores de entidad que tiene bien preocupada a la parroquia socialista conocedora de lo que se cuece en el meollo gubernamental.
Es impensable cambiar de portavoz porque supondría el reconocimiento de un fracaso. Pero alguien debería contar el motivo para elegir a Celaá
Por eso a nadie le extrañó que se despachase en un desayuno informativo con una frase envenenada, de esas que se vuelve como un bumerán contra quien las pronuncia y que una vez dicha ya no hay quien la frene: “Nadie piensa en elecciones. Pero nadie va a resistir más allá de lo razonable”. Como era previsible, Celaá ocupó todos los titulares y columnas de los medios. Las voces de enfado en los despachos próximos a Pedro Sánchez subieron de tono más de lo habitual.
La ministra había confirmado que el presidente podía usar la carta de las urnas en caso de que la legislatura se pusiera muy cuesta arriba. Y, claro, ante el estupor interno, La Moncloa hubo de enmendar “el desliz”: “El Gobierno mantiene el rumbo, el compromiso de agotar la Legislatura a pesar de los cambios producidos en el escenario político”.
El propio presidente tuvo que poner orden al cabo de varios días sobre sus intenciones, empezando por la voluntad de agotar su mandato, con el mensaje de “elecciones habrá en tiempo y forma en 2020”. “Todo un aviso”, alertan en el círculo de confianza de Sánchez.
Lo cierto es que Isabel Celaá sólo había pretendido mostrar que está al tanto, como suele decirse, en la “pomada” de las interioridades gubernativas. Porque incluso entre los ministros se reconoce abiertamente la debilidad de estar sujetos solamente por 84 diputados del PSOE, y que Sánchez no va a resistir por resistir.
Así pues, en conversaciones entre altos cargos socialistas está muy presente, claro que sí, la opción de las urnas. Siempre y cuando, según sus cálculos, al presidente le haya dado tiempo a presentar los Presupuestos Generales del Estado de 2019 y plantear su proyecto a la ciudadanía.
El espectáculo de traspiés protagonizado por la portavoz del Gobierno, en apenas dos meses, lógicamente empieza a pasarle factura. A pesar de ser muy difícil encender más luces rojas, porque ya todas están encendidas. De hecho, en su mismo estreno creó una enorme confusión sobre el levantamiento del control económico de la Generalidad de Cataluña forzando al Ministerio de Hacienda a improvisar una rápida contestación.
Meteduras de pata
Más tarde, ofreció cifras contradictorias sobre las partidas destinadas a las pensiones tras anunciar el Gobierno la solicitud de un crédito al Tesoro. A continuación, llegó a comunicar la personación del Gobierno en el polémico caso de La Manada. La rectificación tuvo que ser inmediata, porque “la metedura de pata fue de las de órdago”. De hecho, “fuentes oficiales” debieron salirle al paso para negar intervención alguna en el proceso. Suma y sigue.
Ante la incapacidad de sacar adelante en el Congreso el objetivo de déficit para 2019 con sus socios de la moción de censura, Celaá, más allá de tirar del socorrido “victimismo”, tal como le habían indicado sus asesores en comunicación, se mostró incapaz de concretar los planes gubernamentales para con la senda de estabilidad. Entre bambalinas, La Moncloa buscó como pudo tapar el enésimo boquete en el casco que les hacía la portavoz despejando el asunto hasta la mordiente ministra María Jesús Montero.
“Se está notando demasiado que los asuntos de importancia no pasan por las manos de Isabel Celaá”, se reconoce con resignación desde el PSOE. Y todas las fuentes consultadas coinciden en que el problema, además, tiene “muy difícil salida” en este momento. ¿Qué hacer?
Es impensable cambiar de portavoz del Gobierno porque ello, sin duda, supondría el reconocimiento de un fracaso. De lo que no cabe duda es que alguien, algún día, debería contar el motivo para elegir portavoz a Isabel Celaá, más allá de haber recaído en ella esa responsabilidad después de que José Luis Ábalos no aceptase la oferta de Sánchez para sumar la tarea al Ministerio de Fomento y la secretaría de Organización del PSOE.
El responsable
Y es que, esa acumulación de cometidos, ya la intentó José Blanco en la última etapa de José Luis Rodríguez Zapatero con un hondo deterioro político y personal del que Ábalos había tenido puntuales noticias.
En cualquier caso, los “tropezones” de Celaá son, más que una infeliz gestión personal, una equivocada política de comunicación cuya responsabilidad última corresponde al propio Pedro Sánchez.