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El principio del fin de la pesadilla en las trincheras

Hace un siglo se inició la batalla de Amiens, la primera en la que participaron las fuerzas norteamericanas contra Alemania y que marcó la ofensiva que acabó con la Gran Guerra.

Tropas alemanas maniobrando en las trincheras de Sedan.

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Lo que comenzó siendo un conflicto de honores casi caballerescos y entusiasmos patrióticos, como el culmen a la escalada de tensiones, amenazas y provocaciones conocida como ‘Paz Armada’, terminó convertido en una de las mayores masacres de la historia de la humanidad.

La Primera Guerra Mundial arrancó con tropas que salieron al campo de batalla ataviadas con vistosos con uniformes de tela, fusiles semiautomáticos y caballería con oficiales empuñando sables, y acabó entre cascos de acero, ametralladoras, tanques, armas químicas y aviones atascados en el barro de una línea de trincheras de decenas de kilómetros entre Bélgica, Francia y Alemania.

Nunca antes la humanidad había conocido una aniquilación tan monstruosa. Por eso se sigue conociendo como la Gran Guerra a pesar de que la Segunda Guerra Mundial la superó en muchos millones de muertos y en devastación.

Pero el fin de la pesadilla con la que arrancó el cruento siglo XX empezó su cuenta atrás justo hace cien años, a las afueras de Amiens, una histórica ciudad del norte de Francia.

Con la Batalla de Amiens, los aliados lograron romper el frente occidental y obligar al repliegue de las tropas alemanas. A partir de entonces, la guerra de trincheras comenzó a ser sangrienta historia

Allí se libró una batalla en la que por primera vez las milicias norteamericanas entraron en una gran liza junto a las fuerzas aliadas de Gran Bretaña y Francia y contra el Ejército Alemán. Del 8 al 11 de agosto de 1918 se produjeron choques entre ambos bandos, decantándose la balanza del lado de los aliados y marcando el comienzo de la ofensiva que puso fin a la guerra.

Una falsa resurrección

Curiosamente, aquella batalla frenó lo que parecía una resurrección del Ejército alemán. Y es que el 21 de marzo de 1918 había lanzado una ofensiva de primavera con 50 divisiones de refuerzo que habían trasladado desde el frente oriental al occidental y usando nuevas tácticas de infiltración. Con ello, los alemanes habían penetrado varios kilómetros dentro del territorio francés, marcando el máximo avance alemán desde el comienzo de la contienda bélica en 1914.

Sin embargo, los ataques del ejército imperial en diferentes parte del frente fueron finalmente contenidos en julio en las inmediaciones del río Marne donde tuvo lugar la Segunda Batalla del Marne, del 15 de julio al 6 de agosto.

El comandante Foch al mando de las fuerzas aliadas decidió entonces ejecutar una contraofensiva. Para ello diseñó un plan que implicaba tomar las líneas férreas que atravesaban Amiens. El comandante de la Fuerza Expedicionaria Británica, Sir Douglas Haig, también tenía un plan para atacar en un punto en la saliente cerca de Amiens.

La Batalla de Amiens comenzó a las 04:20 de la mañana del 8 de agosto de 1918 en una densa niebla con siete divisiones: la 18ª y 58ª británicas, la 2ª y la 3ª australianas, y la 1ª, 2ª, y 3ª canadienses. El primer ataque fue seguido con otro con elementos del 1er Ejército Francés al mando del general Debeney. Al las 07:30 de la mañana los atacantes habían avanzado 3,7 kilómetros. Bajo el fuego de la artillería, los australianos fueron los primeros en alcanzar los primeros objetivos a las 07:10.

En el centro, las fuerzas australianas y canadienses avanzaron 5 kilómetros hasta el mediodía, y al finalizar la jornada del 8 de agosto, los británicos, australianos y canadienses lograron abrir un boquete de 24 kilómetros en las líneas alemanas.

En el segundo día de batalla el avance continuó pero a un ritmo más lento que en el primero, si bien unos 14.000 alemanes fueron hechos prisioneros. El día 10 agosto los alemanes comenzaron a evacuar la saliente ante la gran presión de las tropas de la Fuerza Expedicionaria.

Para el día 13, los británicos habían penetrado 20 kilómetros en territorio defendido por los alemanes, quienes sufrieron unas 35.000 bajas. El frente ya estaba roto y los aliados no dejaron de avanzar, dejando atrás para siempre las trincheras, hasta la victoria final, con la firma de armisticio el 11 de noviembre de 1918.