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Del valioso espíritu de la Transición al antifranquismo esnob de Sánchez

El legado de la Transición cae en malas manos con políticos que, en lugar de entenderlo y coronarlo, se dan homenajes a sí mismos resucitando a estas alturas la idea de las dos Españas.

Del valioso espíritu de la Transición al antifranquismo esnob de Sánchez

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El Gobierno aprobará este viernes un decreto ley para proceder a la exhumación y traslado de los restos de Franco, depositados en el Valle de los Caídos y objeto de una recurrente controversia al respecto de cuál debe ser su destino.

El paso de la dictadura a la Transición requiere, sin duda, la transformación de un lugar de culto al Régimen en un espacio de conciliación acorde con el memorable espíritu que llevó a la sociedad española a cerrar sus heridas sin perder la memoria, apostando por superar terribles conflictos simbolizados en una Guerra Civil entre hermanos que tanto dolor provocó.

Rematar la conciliación simbolizada por la Transición es bueno y necesario; resucitar la dialéctica de los dos bandos, irresponsable y frívolo

No se puede discutir, en fin, ese objetivo, recogido desde principios de siglo en un acuerdo unánime del Congreso que llevó a todos los grupos a enterrar definitivamente al franquismo y lo que supuso y a apostar conjuntamente por la democracia. No es un problema pues, más allá de los preceptos legales y de la queja de unos pocos nostálgicos, sobrevalorada por la televisión y ciertos partidos para darle una dimensión que no tiene.

La cuestión es cómo se hace eso, con qué objetivo real y para qué. Y es ahí donde Pedro Sánchez y su Gobierno fallan con estrépito. Porque lejos de coronar la Transición, con la delicadeza y el respeto a ese legado que cabría esperar, se retrotraen a antes de ella para desatar una especie de antifranquismo vintage que tape las lagunas e incapacidades del Ejecutivo en tantos otros frentes.


Convertir en el eje de la política real y emocional de un Gobierno la mudanza de los huesos de Franco lo dice todo al respecto de su agenda formal, de sus intenciones y de su falta de escrúpulos para gestionar el mejor legado de la política española desde 1978, aquel que fue capaz de generar un consenso absoluto a partir del conocimiento del daño, la búsqueda de conciliación y el anhelo de reparación colectiva.




El traslado y mucho más

Desde esa premisa, se puede y se debe hacer todo aquello que culmine el enorme desafío de España para superar sus tragedias nacionales, lo que incluye la reconversión del Valle, el traslado de Franco y la recuperación de los muertos alojados en fosas y cunetas, sin la menor duda.

Pero que casi nada de eso se hiciera con Zapatero, autor de una Ley de Memoria Histórica que le sirvió a él más que a las víctimas, debiera hacer reflexionar a quienes se suman a los revival antifranquistas sin percartarse de la espuria utilización política que la impulsa.


Recuperar la dialéctica de los dos bandos, que es lo que hacen Sánchez o Iglesias con infinita irresponsabilidad y evidente mediocridad intelectual, es una burda aportación a la política y a la historia que apenas da para rendirse homenajes a sí mismos a costa de un patrimonio común que ni conocen ni saben guardar.

Que ERC, promotora del vigente golpe democrático en Cataluña, haya vinculado su respaldo al decreto a la rehabilitación de otro golpista de 1934, Lluís Companys (arrestado por la República y fusilado luego por Franco), evidencia hasta qué punto es delicado reabrir debates por interés político en lugar de cerrarlos, definitivamente, por interés nacional.