El Gobierno rectifica tarde pero acierta al defender al fin al juez Llarena
El juez es un héroe de la democracia española que merece reconocimiento social y apoyo institucional de todos los poderes del Estado. El Gobierno al fin lo ha entendido.
El propio Sánchez tuvo que intervenir para aclarar definitivamente que el Gobierno saldrá en auxilio jurídico del juez Llarena, hombre clave en la respuesta judicial de Supremo a los presuntos delitos cometidos en nombre de la independencia y acosado por el soberanismo de todas las maneras imaginables.
El magistrado, sometido ahora a una persecución judicial encabezada por Puigdemont y atendida incomprensiblemente por una parte de la lamentable justicia belga, ha sufrido también acoso personal junto a su familia, con pintadas en su domicilio, escrache en un restaurante o la quema de su retrato en público, entre otras lindezas.
Lo que hace le jurista y quién es son dos condiciones inseparables, y la campaña que sufre procede de lo primero: al separatismo le molesta su instrucción judicial, sus decisiones legales y su resistencia a las presiones, tres virtudes que reclaman el amparo del resto de poderes del Estado y el reconocimiento social.
Del abandono al respaldo
Éste siempre lo tuvo, pero la defensa del Gobierno se ha hecho esperar y ha venido precedida de un sonrojante cruce de declaraciones entre distintos ministros con un resultado final: todo el mundo entendió, empezando por el Consejo General del Poder Judicial, que se le abandonaba a su suerte.
Y así hubiera sido de no ser por la tremenda protesta que esa actitud ha provocado: desde luego entre los propios jueces, incluyendo a aquellos adscritos a asociaciones muy poco proclives a la instrucción de Llarena; pero también entre millones de ciudadanos y en los dos partidos de centroderecha de España.
Acierta Sánchez al rectificar: Llarena es un juez sensato y un héroe de la democracia moderna
Que Sánchez haya sido sensible a ese clamor es positivo y, pese a la torpe gestión inicial del caso, hay que valorar positivamente su rectificación. Defender a Llarena es proteger las normas que regulan la convivencia en España, su Estado de Derecho, su separación de poderes y en definitiva toda la arquitectura constitucional del país.
Y no hacerlo, por contra, equivale a rendirse intelectual y políticamente ante el secesionismo: algo de lo que Sánchez es sospechoso desde que llegó a La Moncloa con su apoyo. Ignorar a Llarena, un héroe de la democracia, no le ayudaba precisamente a superar ese estigma ganado a pulso.