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Un Gobierno sin criterio que improvisa y cambia de opinión cada cinco minutos

Sánchez cambia de postura, se contradice u olvida sus propias promesas constantemente, en un clima de frivolidad e inestabilidad incompatible con los intereses de España.

Un Gobierno sin criterio que improvisa y cambia de opinión cada cinco minutos

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El presidente del Gobierno anunció anoche desde Chile, mientras toda España dormía, que pretende convertir el Valle de los Caídos en un simple cementerio civil, renunciando a transformarlo en un Memorial y, también, a dejarlo como está mientras no se cierre el consenso que en realidad ya existe en la sociedad española y en su clase política, sólo roto por sus urgencias personales y deseo de colgarse en solitario tan dudosa medalla.

Es el enésimo cambio de opinión del Ejecutivo, sumido en tres meses en una reiterada contradicción entre lo que prometió, lo que anunció y lo que finalmente hace. Hay incontables ejemplos de ello en tan escaso tiempo: desde tratar a los inmigrantes del Aquarius como refugiados, sin estudiar antes su estatus real, hasta convertir en "organización criminal" a los asaltantes de la valla de Ceuta, con el elogio encendido de la ultraderecha alemana.


El mantenimiento de la reforma laboral, el devaneo con el anticipo de Elecciones Generales finalmente demoradas, la posición ante el separatismo, el ataque a la escuela concertada o el oscilante apoyo al juez Llarena son otros episodios lamentables donde hemos visto a ministros sosteniendo una cosa y la contraria para, finalmente, escucharle al propio Sánchez la posición definitiva, opuesta o antagónica a menudo con la que él en persona había sostenido antes.

Pedro Sánchez y sus ministros son como un pollo sin cabeza que no sabe dónde va ni para qué

Ni toda la retórica presidencial sirve ya para tapar la mezcla de debilidad parlamentaria e inconsistencia política de un Ejecutivo que pretendió convertir su llegada a La Moncloa en un ejercicio histórico de democracia para maquillar su falta de votos y su pacto con el independentismo y, desde entonces, sobrevive como puede con golpes de efecto.

La frivolidad constante

Un Gobierno puede tener un color ideológico u otro, en función de la decisión de los ciudadanos, pero en todos los casos ha de ser previsible y serio en varios frentes: el presupuestario, el europeo, el constitucional y el institucional. Y es justo en esas cuatro áreas donde Pedro Sánchez está resultando más frívolo e inconstante.


Cambiar de opinión puede ser razonable en algunos momentos; carecer de ella o adaptarla a las necesidad es lamentable, pues ofrece una imagen deplorable de frivolidad e inestabilidad incompatible con los intereses de España. Quizá Sánchez, por el origen de su presidencia, no pueda hacerlo de otra manera. Pero ésa es otra razón más para convocar a los españoles a las urnas con urgencia. Antes de que el estropicio siga creciendo.