Siete presidentes
Adolfo Suárez fue un hombre de su época. Un lujo, de hecho, para su época. Tomó las riendas de un país partido por el odio y supo manejar una nave zozobrante logrando que todos los marineros remaran en la misma dirección.
Teniendo en cuenta que esos marineros, o sus padres, se habían estado disparando a matar desde trincheras enfrentadas cuarenta años antes, el resultado es difícilmente superable.
Lo que supongo nunca imaginó el presidente Suárez es que, pasado el tiempo, su obra iba a ser juzgada por un puñado de niñatos queriendo hacer la revolución sin saber hacerse la cama, que analizan acontecimientos históricos con la mentalidad del siglo XXI, y que como buenos hijos malcriados son incapaces de asumir responsabilidad alguna en los fracasos de su tiempo, y necesitan permanentemente echarle la culpa a otros de sus males, en este caso, a los que estuvieron antes.
Desde Calvo Sotelo
De la misma forma que cualquier dictador comunista arruina un país, y luego responsabiliza de la miseria que ha creado a Trump, Merkel, el capitalismo o lo que sea… Nos saltamos a Calvo Sotelo porque duró muy poco, aunque le diera tiempo en su breve período de gobierno a superar un golpe de estado y meternos en la OTAN.
Calvo Sotelo, Aznar, Suárez y Felipe. La fotografía inmortaliza un almuerzo celebrado el 13 de junio de 1997 el palacio de la Moncloa para conmemorar los 20 años de las elecciones democráticas, celebradas el 15 de junio de 1977, de las que salieron las Cortes Generales que elaboraron la Constitución vigente
Felipe González fue blanco y negro, demasiado tiempo en el poder. Puso al país en el escenario político de primer nivel, acometió reformas que transformaron España y que hacían impensable creer que sólo diez años antes habíamos salido de una larguísima dictadura.
Tomó decisiones como la de la reconversión industrial pensando en las siguientes generaciones y no en las siguientes elecciones, hecho éste que ya no sería capaz de imitar nadie de entre los presidentes que le sucedieron.
Algunos males vigentes
Pero sus mayorías se alargaron demasiado, y la máxima liberal de Lord Acton: “El poder tiende a corromper, y el poder absoluto corrompe absolutamente”, se hizo patente en la segunda parte de su mandato donde la corrupción lo inundó todo, y dejó patente la mentira de la supuesta superioridad intelectual y ética de la izquierda española.
Es aquí donde comienzan gran parte de los males que todavía arrastramos hasta nuestros días: las redes clientelares, la ocupación de todos los espacios públicos con personas afines, asociaciones y entes subvencionados, y el saqueo a todos los españoles de clase media para pagar la cada vez más costosa campaña de auto propaganda.
Suárez sería un 10. Aznar y la primera mitad de González serían un 8. La segunda mitad de Felipe un 4. Zapatero y Rajoy un 2. Y Pedro Sánchez un 0
Aznar fue un buen político con la mala suerte de nacer en un país donde la escena mediática está casi totalmente dominada por la izquierda. Sufrió una permanente campaña de desprestigio por reporteros dicharacheros y showmen de todo tipo, todos afines al régimen anterior (el socialista), y todos muy bien remunerados.
Se trataba de atacar al hombre y no sus argumentos, porque teniendo en cuenta la evidente mejora de la economía y la calidad de vida de los españoles, era difícil hacer lo segundo; el objetivo era denostar y humillar a la persona, en una técnica de control de masas que pretende que los ciudadanos juzguen las decisiones de los gobernantes no en función de la calidad de las mismas, sino en función de quien las toma. Más antiguo que el comer, ya la utilizaron los nazis y los comunistas.
Ermua
Consiguió un hito además devolviendo la dignidad a las calles del País Vasco en aquello que se denominó “Espíritu de Ermua”. Fueron los únicos días en Euskadi donde los buenos caminaron con la cabeza alta, mientras los amigos de los asesinos la agachaban… escena que ya no se volvió a repetir desde que Aznar dejó el poder.
Como no lo podían derribar con argumentos, lo derribaron con toda su maquinaria mediática trabajando el día después de un atentado terrorista, que en cualquier otro país hubiera supuesto la unión de todos los ciudadanos —independientemente de sus ideas—, en torno al figura del “hombre fuerte”, pero que en España supuso una campaña brutal de 72 horas para cambiar el gobierno, atacando a una, hay que decirlo, mala y mezquina gestión de la información por parte de su ministro del Interior en las horas posteriores al golpe más sangriento que ha sufrido nuestro país.
A partir de Aznar ya todo es oscuridad y tinieblas. Un lobo con piel de cordero llamado José Luis Rodríguez Zapatero nos llevó a la ruina con sus gafas de madera ante una crisis evidente, su empeño en no frenar una burbuja inmobiliaria que se veía iba a estallar y sus planes E para intentar revitalizar la economía robándole el dinero vía impuestos a la clase media trabajadora para invertirlo en soluciones temporales de pan para hoy y hambre para mañana.
Las redes clientelares y la corrupción, que tampoco había conseguido frenar Aznar, siguieron extendiéndose hasta el infinito y más allá, hasta que la mula dobló sus rodillas y dijo basta. Estuvo a punto de quebrar el país.
Nunca imaginó Suárez que, pasado el tiempo, su obra iba a ser juzgada por un puñado de niñatos queriendo hacer la revolución sin saber hacerse la cama
Después llegó la nada, la ausencia absoluta de cualquier atisbo de querer ejercer liderazgo, la técnica del avestruz ante cualquier problema serio. Llegó Mariano Rajoy. Se enfrentó a un golpe de estado en Cataluña y no hizo nada, de hecho, de no ser por un juez valiente, probablemente Cataluña hoy ya no sería España.
Se enfrentó al problema de la imposición lingüística y no hizo nada. Vio nacer los populismos arruina generaciones enteras y no hizo nada. La corrupción se convirtió en seña de identidad en su partido y no hizo nada, bueno sí, le mandó a uno de los que controlaba la caja desde donde salían los sobres un WhatsApp con el “Luis sé fuerte”.
Y así, su gobierno acabó como si nada, de un día para otro, con una moción de censura que nos trajo a Pedro Sánchez de la mano de populistas, independentistas, nacionalistas y batasunos; cualquier cosa por el poder.
Un ególatra mentiroso este Pedro, al que le importa poco pisotear la democracia con subterfugios legales para inhabilitar la cámara donde no tiene mayoría al estilo Maduro, gobernar el país abrazado a todos aquellos que aspiran a destruirlo e imponer sus ideas a todos vía decreto-ley.
El balance
Y mientras saquea, cómo no, una vez más a la clase media trabajadora con todo tipo de impuestos, reabre heridas e inventa debates estúpidos para tener entretenidos a aquellos a los que no consulta en las urnas, porque primero está el poder, y luego la democracia.
Si en el año 2018 los sábados por la noche nos tienen entretenidos en la tele hablando de Franco, no es que nos tomen por idiotas, es que lo somos. Hemos ido de más a menos en calidad política.
Si hubiera que poner nota juzgando a cada presidente por el tiempo en el que le tocó vivir, Suárez sería un 10. Aznar y la primera mitad de González serían un 8. La segunda mitad de Felipe un 4. Zapatero y Rajoy un 2. Y Pedro Sánchez un 0.