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EDITORIAL

Sánchez humilla a España y da alas a Torra para aguantar en Moncloa un poco más

Sánchez humilla a España y da alas a Torra para aguantar en Moncloa un poco más

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Por loables que sean las apelaciones al diálogo, lo que anoche hizo Pedro Sánchez en su reunión con Quim Torra fue entregarse a sus postulados, darles pábulo y, en definitiva, someterse a su chantaje por una razón que tiene poco que ver con el interés de España y mucho con los intereses personales de un presidente que está en el cargo gracias a los votos del independentismo.

Que aceptara llegar así a La Moncloa, y no con los votos y la fuerza delegada por los españoles, explica el incomprensible encuentro con el presidente de la Generalitat, desarrollado con una parafernalia típica de las reuniones entre dos Estados indigna para España.

Entenderse con los nacionalistas es fácil: basta con hacer lo que ellos digan. Y eso es lo que hizo Sánchez al aceptar un encuentro en esos términos y al asumir el discurso de Torra, que tal y como él mismo reveló versó sobre la "desfranquización" del Estado, el inexistente derecho a la autodeterminación y la "represión" de los políticos presos por asaltar la Constitución.

Sánchez no representa los intereses de España cuando se somete a Quim Torra, sino los suyos propios a costa de todo

Un presidente digno no debe jamás aguantar ese tipo de discursos, pues aunque no vayan a concretarse en nada, entre otras cosas porque Sánchez no puede conceder lo que no está en su mano, es importante negarse a avalarlo: en política los gestos públicos cuentan, la pedagogía sobre los principios y las leyes es relevante, y no hay justificación alguna a que el representante de todos los españoles acepte una liturgia y unas conversaciones injustas y humillantes para el país al que representa.

¿Diálogo y 9.000 policías?

Tal vez Sánchez necesite aguantar todo esto para aprobar sus presupuestos y sobrevivir unos meses más en La Moncloa, pero es evidente que España no. Acatar, por acción u omisión, las palabras y los objetivos del nacionalismo catalán mientras se moviliza a 9.000 agentes de la Policía Nacional y la Guardia Civil para proteger una reunión en Barcelona del Consejo de Ministros, es indecente.

Y nadie debe equivocarse al respecto de las intenciones del separatismo: sólo es capaz de levantar la mano cuando cree que eso atiende mejor a unos objetivos que no cambian, sino todo lo contrario, por tender delante a un presidente "sereno" ni "dialogante".

Son dos eufemismos de una actitud mucho peor de entreguismo e irresponsabilidad incompatibles con encabezar a una democracia cercenada por la resistencia de Sánchez a consultar a las urnas y su genuflexa debilidad ante sus socios de Gobierno.