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EDITORIAL

¿Dónde está el Gobierno ante el conflicto con el taxi?

¿Dónde está el Gobierno ante el conflicto con el taxi?

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La inepcia del Gobierno de Sánchez no es la causa única del insostenible conflicto del taxi, pero sí uno de sus grandes detonantes: cuando hace unos meses el ministro Ábalos cerró en falso el primer episodio de la crisis, básicamente lavándose las manos e intentando trasladar el problemas a las Comunidades Autónomas, se encendió una mecha de efecto retardado que ahora ha prendido.

También han echado benzina al fuego alcaldes como Ada Colau en Barcelona o Manuela Carmena en Madrid y partidos como Podemos; alimentando el imposible del monopolio de hecho del taxi en un sector, el del transporte, que como todos ha vivido y vivirá novedades.

Pretender que sea un servicio monolítico es tan absurdo como aspirar a que la prensa escrita no aprenda a convivir con la digital o el pequeño comercio con las grandes superficies, por citar dos ejemplos entre tantos otros que han experimentado tensiones fruto del progreso.

Competencia real

No se trata de dar barra libre a nadie, en ningún ámbito, sin tener en cuenta las normas, obligaciones y peajes de quienes ya operaban en esos mismos ámbitos; pues eso consagraría la competencia desleal y penalizaría a los que no tuvieron la oportunidad de desarrollar su función en las mismas condiciones y con las mismas normas.

Los taxistas no pueden convertir a la ciudadanía en rehén de sus protestas. Ninguna reivindicación justifica la generación de un problema de seguridad

Y es ahí donde puede y debe trabajar la Administración Pública: en dibujar un escenario donde la competencia y el reparto de funciones sean reales, y no partan de injusticias ni desigualdades que premien a unos y castiguen a otros.

¿Y Sánchez?

Cómo traducir esa declaración de intenciones en decisiones concretas en tarea de los poderes públicos, y la inasistencia del Ministerio de Fomento avala que las propongan, con infinita torpeza, instituciones menores movidas por intereses políticos o prejuicios ideológicos que carecen de una visión de conjunto y se limitan a buscar el favor electoral de los afectados: Ábalos no puede seguir incompareciendo y su jefe, Pedro Sánchez, no puede seguir tolerándoselo.

Mientras, los taxistas no pueden convertir a la ciudadanía en rehén de sus protestas ni recurrir a la violencia como herramienta de presión. Ninguna reivindicación justifica la generación de un problema de seguridad ni el bloqueo económico de una ciudad, y encontrar la forma de cumplir con el servicio sin renunciar a sus aspiraciones también es su primera tarea. La segunda, pedir algo posible, que no puede ser desde luego la supresión de alternativas para un usuario que, al final, es quien decide.

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