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EDITORIAL

Quemar una estatua del Rey es una agresión gratuita a España

Quemar una estatua del Rey es una agresión gratuita a España

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Que una feria de arte convierta en su principal atractivo la quema futura de una figura del Rey lo dice todo de la calidad de la muestra, abonada cada año a un estrambote para lograr el éxito y la atención mediática que, de otro modo, no obtendría.

La primera crítica a ARCO ha de ser ésa: su renuncia anual a hacer del verdadero arte un reclamo y su apuesta, casi endémica, por ofrecer un espectáculo más celebrado por su ingrediente polémico que por su calidad artística.

Más allá de otras consideraciones, hacer un ninot de Felipe VI, empaparlo en colonia y obligar a quemarlo a quien lo compre por una cantidad desmedida; no es arte. Y se supone que los responsables de ARCO están para garantizar que allí se exponga lo que sí lo es.

Es inadmisible que, en nombre del arte o de la libertad de expresión, se permita quemar una figura del Rey como reclamo de nada

Ni todo cabe en la libertad de expresión ni, cuando cabe, no todo puede incluirse en el terreno artístico. Los límites, siempre anchos, no son cortapisa de derecho alguno, sino garantía de su desarrollo pleno en el sistema de equilibrios que garantiza la convivencia.

En el caso concreto del Jefe del Estado, además, no es razonable la ofensa en ningún ámbito ni en nombre de ninguna causa. Por mera educación, agredir a los símbolos de un país y de millones de personas que lo componen, debería ser suficiente para que de manera voluntaria se encontrara otra manera de mostrar una posición política, artística y de toda índole.

Y sin delito de injurias

Quemar banderas, retratos o figuras del Rey es una manera gratuita de agredir al propio país, y en ese sentido es lamentable que el partido en el Gobierno y sus socios se hayan concertado para eliminar el delito de injurias a la Corona que, hasta ahora, ofrecía alguna protección no tanto a don Felipe cuanto a lo que él representa.

Para entender mejor, no obstante, por qué no son tolerables estas manifestaciones de violencia, basta con cambiar de protagonista o de causa. A nadie se le ocurriría incendiar la figura de un inmigrante, de un gay o de un político independentista, pues felizmente tendría el repudio social que tamaño exceso requiere. ¿Por qué sí con el Rey o con la enseña nacional?