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EDITORIAL

La entrevista de Évole al Papa merece un cambio de actitud hacia la Iglesia

La entrevista de Évole al Papa merece un cambio de actitud hacia la Iglesia

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La entrevista al Papa de Jordi Évole en Salvados es, sin duda, un éxito para el director del programa Salvados y para La Sexta, cadena perteneciente a Atresmedia, por mucho que a no pocos le haya sorprendido la elección de una cadena claramente alineada con la izquierda española, una de las más hostiles hacia la Iglesia.

Pero precisamente por eso tiene sentido que El Vaticano aceptara un encuentro con Évole, que no dudó en preguntarle sobre todos los asuntos que habitualmente forman parte de la agenda política nacional, con una intencionalidad clara, legítima y, en este caso, una actitud de escucha sin prejuicios digna de destacar.

El Sumo Pontífice también acertó en aceptar ese encuentro, no exento de riesgos, para mostrar una imagen de la Iglesia abierta, sensible, dispuesta a la autocrítica y a la rectificación y de contrapeso intelectual a determinadas modas y valores a los que, por definición, siempre les viene bien en cualquier época una cierta disidencia, pues invita a reflexionar y evita el inquietante pensamiento único.

Contra los prejuicios

Seguramente algunas de las palabras del Papa quieran ser ahora utilizadas contra la propia Iglesia española, algunos de sus representantes y no pocos de sus defensores y seguidores. Y probablemente apelen a su testimonio para legitimar sus prejuicios y discursos.

Su testimonio es un antídoto contra el maniqueísmo y una demostración del  papel de la institución, alejado del tópico  que la muestra anclada en el medievo

Pero en realidad su testimonio es un antídoto contra el maniqueísmo y una demostración del verdadero papel de la institución religiosa, bien alejado del tópico prejuicioso que la muestra injustamente anclada en el medievo, aislada en un pensamiento antediluviano y alejado de la realidad social y de las necesidades de los ciudadanos.

Un cambio del resto

En realidad, la realidad de la Iglesia es bien distinta, y su participación en la asistencia social, educativa o sanitaria en España es mucho más definitoria de su labor que la caricatura que suelen hacer sus detractores de ella, cimentada en las partes más siniestras -pero también menores- de algunos de sus miembros, con el inadmisible problema de la pederastia como ejemplo de ello.

No se puede aplaudir o respetar al menos al Papa sin incluir en ese viaje a la propia Iglesia, objeto de una inadmisible presión desde algunos partidos políticos en ámbitos tan decisivos como la educación concertada. Si la actitud de Francisco es otra, el trato a la Iglesia también ha de serlo. Y su entrevista con Évole ha de ser un detonante de ese cambio hacia ella.