La increíble fuga de Garrido, un bochorno para él y un retrato del PP madrileño
El PP madrileño ha agotado definitivamente la paciencia de sus seguidores, con otro espectáculo vergonzoso que alimenta su degradación. Son ya demasiados como para esperar indulgencia.
La sorprendente marcha de Ángel Garrido a Ciudadanos, tras haber aceptado su incorporación a la lista europea del PP, no deja muy bien retratado a nadie. No al protagonista, que dimitió como presidente de la Comunidad de Madrid tras aceptar su salto a Bruselas, evidenciando con ello que la indignación por su marginación como candidato o su afinidad con otro partido alternativo no daban, al menos entonces, como para renunciar a un cargo público bien remunerado.
Todo lo que Garrido ha hecho y dicho hubiese tenido sentido si, al conocer que iba a ser relegado tras suceder a Cristina Cifuentes, hubiese anunciado su despedida. Pero no, si algo le molestó entonces al dirigente popular, se lo calló y aceptó convertirse en eurodiputado entre mensajes de apoyo a Pablo Casado y a su sucesora, Isabel Díaz Ayuso.
Todos retratados
Tampoco queda muy bien en esto Ciudadanos, que incorpora una vez más a cualquiera dispuesto a darle un titular, anteponiendo el fogonazo a la coherencia y enviando un mensaje hipócrita a la ciudadanía.
¿Podrán creerse en adelante sus mensajes críticos contra cualquier dirigente popular o socialista si luego, en cuanto puede, se convierten en maravillosos fichajes?
El PP madrileño ha agotado a sus propios seguidores con cuatro años de espectáculos indecentes
Pero quien peor queda es el propio PP, especialmente en su federación madrileña, una jaula de grillos que no para de ofrecer espectáculos y de comportarse como un pollo sin cabeza. De este partido han salido hasta tres presidentes en una legislatura (Cifuentes, el propio Garrido y el provisionalísimo Rollán); varias direcciones regionales (a cual más caprichosa e irreconocible) y un ramillete de decisiones insólitas entre las cuales destaca la designación de candidatos a importantes alcaldías que no salen del juzgado o insultan, sin control alguno, a periódicos como éste.
El bombazo de Garrido, a escasos días de las Elecciones Generales, se ha soltado para dañar al PP en sus horas más cruciales y con Pablo Casado como gran objetivo y Albert Rivera como supuesto máximo beneficiario.
Pero en realidad perjudica a todos, por distintas razones, y explica de algún modo el auge de Vox: el votante conservador y liberal que antes se cansaba de estos numeritos pero no tenía dónde ir, ahora dispone de otra opción.
Y esto es especialmente claro en Madrid, donde el PP ha agotado sobradamente la paciencia de sus múltiples y disciplinados votantes. Esperar que sigan firmando un cheque en blanco es una temeridad. No se pueden dar tantos espectáculos políticos, penales e internos y suponer que el elector va a seguir mostrando lealtad a una siglas que le maltratan.