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El palo y la zanahoria

El líder del PP se enfrentó a un dilema diabólico, como todo lo que le rodea ahora, y lo resolvió con cintura: éstas son las claves del encuentro en Moncloa.

Sánchez y Casado, este lunes en Moncloa

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Apenas ha transcurrido una semana desde el tsunami del 28-A y Pablo Casado ya es consciente de la encrucijada “diabólica” que le atrapa. Me cuentan que su teléfono ha “hervido”, literalmente, estos últimos días. En este escenario delicado con el que convive, ha tenido que afrontar el desafío de su cita con Pedro Sánchez.

Con un riesgo añadido: saberse metido en medio de la ola de oportunismo con la que juega el líder socialista. Ciertamente, por más que parezca exagerado hablar de usurpación del papel del Rey por parte de Sánchez, es evidente que sus asesores no han tenido reparos en seguir sacando réditos electorales a la “estrategia de la institucionalidad”, adelantándose a las conversaciones que el monarca deberá iniciar para proponer presidente del Gobierno. La vuelta a las urnas para el 26-M está aquí encima. “El Estado soy yo”, le falta decir al secretario general del PSOE. Todo se andará.

El abrazo del oso

En Génova, naturalmente, no son ingenuos. Conocen perfectamente las intenciones que esconde la invitación de Sánchez. Eso que suele llamarse el “abrazo del oso”, que acaba asfixiando al que pilla en medio. En este caso, a Casado.

Casado ha demostrado cintura acudiendo a La Moncloa con una contraoferta bajo el brazo. A pesar de que algunos en su propio partido le invitaban a dar un portazo

Máxime con esa oferta de normalizar los encuentros, estando Cs y Vox a la expectativa para crujir al presidente del PP. En cualquier caso, los populares son conscientes de que si su líder hubiese rechazado esa mano tendida en vísperas de una nueva campaña electoral “a cara de perro”, enseguida hubiera sido acusado de intolerante y de querer vivir permanentemente en la confrontación y la crispación.

De ahí que Casado haya demostrado cintura acudiendo a La Moncloa con una contraoferta bajo el brazo. Y ello a pesar de que algunos en su propio partido le invitaban a dar portazo al presidente en funciones para alejarse del riesgo de que el PSOE deformase su imagen presentándolo como un líder de la Oposición “rendido” a Sanchez. Como si fuese el “ministro de la Oposición”.

Las líneas rojas

Aunque, ahora mismo, el entorno del presidente vea a Casado como “una derecha alejada de la España actual” y busque “cuidarlo” ante el avance de Albert Rivera a quien consideran más peligroso. En conclusión: Pablo Casado ha acudido al encuentro con Pedro Sánchez. Pese a los riesgos. Debía hacerlo. Eso sí, para reivindicar el papel que los españoles le han fijado en las urnas. Y mostrar públicamente, una vez más, las líneas que un Gobierno no puede traspasar.

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