Por qué no cuela ya la "dureza" repentina de Sánchez con el separatismo
El líder del PSOE no puede pasar de ser el mayor promotor de "tender puentes" a presumir de ser dique de contención del independentismo, en cada caso en función de sus intereses.
En apenas unas horas, dos hechos paralelos, aunque bien distintos entre sí, han venido a auxiliar a Pedro Sánchez en los dos frentes en los que su credibilidad estaba más mermada, y todo ello a escasos días de las Elecciones Europeas, Autonómicas y Municipales. De un lado, el veto de ERC al nombramiento como senador de Miquel Iceta y, de otro, la detención en Francia del histórico dirigente etarra Josu Ternera.
Que ambos hechos le hayan servido al PSOE para salir en tromba a presentarlos como prueba de que ni es transigente con Bildu ni pactista con el soberanismo catalán ya evidencian una amortización política de los mismos, perfectamente legítima e incluso razonable teniendo en cuenta la pesada sospecha que en los dos ámbitos tiene el presidente electo, investido por primera vez hace ahora un año con el apoyo de todo el independentismo vasco y catalán.
No sería reprobable que Sánchez esgrimiera como argumento reprobatorio de esa crítica y demostrativo de su verdadera posición el enfrentamiento con ERC o la eficacia de la Guardia Civil para detener a un prófugo sanguinario, pues. Pero con un matiz crucial: se debió de hacer siempre y se debe de mantener después.
Sánchez genera dudas
Y es ahí donde falla el Gobierno y donde tienen sentido las dudas, cuando menos. Porque resulta evidente que, cuando lo ha necesitado, el PSOE se ha entendido con partidos a los que debía contribuir a aislar y, sin embargo, utilizó para lograr con ello lo que hasta entonces las urnas le habían negado.
El mensaje de ruptura y enfrentamiento con el soberanismo le viene bien ahora, pues a nadie se le escapa la factura que tiene para el PSOE presentarse en municipios y regiones de toda España como socio potencial, en la fórmula que sea, de partidos como ERC o Bildu, cuyos votos a favor de Sánchez fueron decisivos en la moción de censura y cuyo apoyo a los Presupuestos Generales ya pactados con Podemos se buscó con ahínco y permitió, en el caso del País Vasco, el acuerdo con el PNV y la antigua Batasuna para transferir la política penitenciaria o una vergonzosa ley conra los supuestos abusos policiales.
Sánchez llegó a Moncloa con los votos de ERC y Bildu. Para pasar ahora por muro de contención hacen falta pruebas y no solo palabras antes del 26M
¿Qué garantiza que, después del 26 de mayo, la aparente ruptura estratégica de ahora no se transforme, de nuevo, en un acuerdo más o menos público pero operativo a efectos políticos? La respuesta es nada. Porque Sánchez ha demostrado en incontables ocasiones que casi nada depende de los principios y que casi todo está vinculado a sus necesidades.
Pactar, servirse o negociar con partidos como ERC o Bildu no puede estar vinculado a una cuestión aritmética, sino a una posición estructural que en un PSOE serio no cambiaría en función de intereses coyunturales sobreactuados, en un sentido y el contrario, según la fecha y el escenario.
Sin engaños
Porque ERC y Bildu siempre buscarán lo mismo, y por muchas palabras grandilocuentes que utilice este PSOE para blanquearlos o, en estos días, criticarlos, un partido de Estado ha de despreciarlos siempre como báculo político. Aunque no prospere una moción de censura o embarranquen unos Presupuestos.
Y si no es así, ha de decirse abiertamente, sin engaños ni aplazamientos, con la claridad que merecen los ciudadanos, a quienes unas veces se intenta persuadir de la legitimidad de "tender puentes" y otras se les intenta convencer de que el mismo Sánchez de ese discurso es el mayor muro contra los excesos nacionalistas. No cuela ya.