La falsa imagen ganadora de Sánchez que solo engaña a quien se deja engañar
Por mucha propaganda que le secunde, Sánchez solo llegará a la presidencia gracias al separatismo y el populismo y solo podrá gobernar intervenido por ellos.
El Rey encargó a Pedro Sánchez, como era previsible, presentarse en el Congreso para intentar su investidura como presidente, tras una ronda de contactos exprés que el Jefe del Estado atendió con diligencia y prestándose, por obligación constitucional, a hacer de paciente atrezzo para el minuto de gloria de los dirigentes independentistas o republicanos, tan minoritarios en realidad como ruidosos.
El presidente en funciones llegó al encuentro y salió de la misma manera, convencido de su investidura por la evidente falta de alternativa viable -solo él mismo hubiera sido capaz, en el pasado, de intentar lo imposible, con arrojo y frivolidad-, prolongando la inmensa campaña de propaganda que le precede desde la moción de censura, inasequible a la fuerza de los datos y ubicada en un espacio mítico que le presenta como un líder arrollador.
Pero la realidad es que sacó solo 123 diputados, el apoyo más bajo que ha tenido nunca un presidente desde su propio grupo parlamentario, y que de una manera u otra logrará la Presidencia de España gracias al independentismo y al populismo, de los que pretende simular alejamiento pero a los que le deberá el cargo, la aprobación de casi cualquier propuesta y desde luego la estabilidad -o falta de ella- de la legislatura.
Sea porque Puigdemont mantiene la orden de que sus diputados presos no renuncian al acta, reduciendo con ello a 173 los votos necesarios para una investidura en segunda vuelta o porque, en el último momento, les hace dimitir obligando al PSOE a negociar de algún modo con ERC y quizá Bildu; la presidencia de Sánchez solo será viable de nuevo con el voto parcial o total, por acción u omisión, del soberanismo.
Que nadie se engañe
Y del populismo en caída libre de Podemos, éste sí indispensable en cualquier escenario. Solo falta por conocerse el precio que todos ellos le ponen al PSOE , el plazo para cobrar esa factura y la modalidad de pago: no conviene engañarse, salvo que sea una decisión voluntaria de la estable porción de sanchistas ajenos siempre a los hechos, al respecto de lo que le espera al próximo Gobierno y por ende a España.
Sánchez será investido total o parcialmente por el soberanismo y el populismo. Y de ellos dependerá toda la legislatura, diga lo que diga
Porque por mucho que la investidura llegue finalmente sin votos directos de Junts, ERC o Bildu por mera cuestión de aritmética parlamentaria (en la fórmula de 173 llega con PSOE, Podemos, PNV, Compromís, Revilla y la abstención de Navarra Suma); la acción del Gobierno dependerá desde entonces, para casi todo, de la doble intervención de Podemos y del nacionalismo.
No habrá grandes leyes ni reformas ni presupuestos sin ellos; salvo las contadas excepciones en que PP, Cs o Vox respalden al Ejecutivo en las medidas alojadas en el epígrafe de asuntos de Estado. Que el PSOE intentará que sean casi todas, poniendo al menos a dos de esos tres partidos una presión que deben saber aguantar.
Un líder precario
Porque es sonrojante la facilidad con que el sanchismo exige la estabilidad que boicoteó con sevicia en el pasado a partidos a los que, al mismo tiempo, se tilda de ultraderechistas, radicales, corruptos o dañinos. Sänchez tiene 123 diputados, un océano al lado de sus fragmentados rivales, pero una modesta cuota en comparación con el cuórum del Parlamento.
Y no hay campaña de publicidad que dure toda la vida ni persuada a todo el mundo ni camufle todos los problemas. Ni siquiera aunque sea casi unánimemente seguida y amplificada por un sector televisivo transformado es sorprendente palmero del menos débil de los posibles presidentes de ahora pero el más precario y expuesto de los que ha habido nunca en España.