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Carmena quiere ser "doña nadie" tras alimentar como nadie el culto personal

Manuela Carmena se despide con más 'buenismo' y reclamando que la dejen tranquila a partir de ahora, aunque confió el nombre, la cara y la palabra a su marca electoral.

Carmena, despidiéndose del público congregado en el pleno de investidura del pasado sábado en Cibeles

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Como prometió durante la campaña electoral, Manuela Carmena ha renunciado a su acta de concejal en el primer minuto hábil de la legislatura al perder la vara de la alcaldía de Madrid. Y como era de esperar, la despedida se está desarrollando entre muchas más vaharadas de incienso. Claro que la alcaldesa saliente ha realizado unas breves declaraciones de despedida que desconciertan hasta a este Lector Perplejo.

"Yo ya no soy nadie", ha sido el breve y 'buenista' epitafio que se ha autodedicado la regidora capitalina durante los últimos cuatro años ante la nube de periodistas que le aguardaban tras certificar su renuncia en el registro municipal y antes de pedir que la dejaran tranquila para ver las flores de la balconada de la Casa de la Villa. Genia y figura.

Llama la atención que Camena pida ahora privacidad y anonimato absolutos. Por supuesto se merece todos los respetos. Pero tampoco puede olvidar lo que ha sido, nada menos que la alcaldesa de la ciudad más importante de España y una de las grandes capitales de mundo. Y sobre todo cómo lo ha sido.

En 2015 y contra todo pronóstico se hizo con la alcaldía de Madrid, un triunfo que propios y extraños adjudicaron a su exclusivo carisma. Y aunque en los principios la otrora jueza rechazó con modestia las virtudes que le atribuían; con el tiempo ha ido creyéndose el personaje, hasta el punto de romper con sus 'padrinos' de Podemos, con Pablo Iglesias a la cabeza, y crear su propia marca electoral.

Han sido su nombre, su cara y su palabra los que han copado el cartel de su plataforma política. Y ella ha sido la primera en alimentar tan desmedido culto a la personalidad

Han sido su nombre, su cara y su palabra los que han copado el cartel de su plataforma política. Y ella ha sido la primera en alimentar ese desmedido culto a la personalidad que deja ahora una fractura aún más honda de la que ya era en la izquierda madrileña y quien sabe si una enorme decepción entre sus votantes cuando los actuales gestores municipales revisen su 'exitosa' administración.

En consecuencia, doña Todo va a tener complicado pasar de ser, de la noche a la mañana, doña Nadie.

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