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EDITORIAL

Cinco años infernales para un Rey de España imprescindible para la estabilidad

Felipe VI cumple 5 años de reinado brillante en una situación muy compleja, convertido en obstáculo frente a una pinza del independentismo y el populismo peligrosa para España.

Cinco años infernales para un Rey de España imprescindible para la estabilidad

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Seguramente pocas autoridades de su relieve han tenido tan difícil como Felipe VI arrancar su etapa al frente de una institución, y menos de la importancia de la suya. Llegó tras una traumática y polémica abdicación de su padre, don Juan Carlos; con su hermana y su cuñado sentados en el banquillo; en pleno apogeo del populismo y con el desafío territorial en Cataluña golpeando, junto a una tremenda crisis económica, la estabilidad de España.

En ese contexto, don Felipe inició un reinado afectado también por la crisis general de la Monarquía en las sociedad modernas, afectada por un recrudecido debate sobre cómo encajar una institución dinástica en un sistema político, social y mental sustentado en la libre elección de casi todo y el enorme esfuerzo para lograrlo.

Dos desafíos

A todos esos desafíos el Rey ha respondido con altura, dignidad, sentido común y eficacia; pese al acoso del nacionalismo catalán y el desprecio del populismo, a los que ha derrotado por el método de no dejar de hacer nunca su trabajo ni, tampoco, dejarse llevar por pasión alguna. Esto es, ha representado el ideal de una España democrática donde lo distinto es indicio de su riqueza y no justificación de su ruptura.

A Felipe VI le han acosado por ser un obstáculo a esa pinza independentista y populista que no cree en España

Encarnar ese papel ha sido y es especialmente importante, pues a nadie se le escapa que la Corona se ha convertido, sin pretenderlo, en una especie de último obstáculo para los enemigos de la España constitucional que conocemos, desafiada por esa mezcla de independentismo y populismo revolucionario enfrentada al llamado, despectivamente, "Régimen del 78".

Fue esa pinza la responsable de la caída de Juan Carlos I, abatido con demagogia tras soflamar errores cometidos que, siendo ciertos, no tienen envergadura en un balance muy positivo y una trayectoria indispensable para entender el asentamiento de la democracia en España y el progreso de su imagen internacional.

Una felicitación

Esa campaña contra el Monarca retirado tuvo continuidad en el acoso a don Felipe, rematado por un boicot institucional desde Cataluña que no ha tenido la respuesta que merecía. Y, pese a ello, el Rey ha sabido contener el pulso, consciente de que con ello representaba como pocas veces a una España indefensa pero también mayoritaria. Defender a Felipe VI es, pues, defender a la propia democracia. Y felicitarle es, por ello, congratularse por nosotros mismos.

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