La “cobra” a UPN
El líder socialista vive en un requiebro permanente, con una aversión insólita a buscar socios si no es a cambio de nada. Y mientras, permite que Navarra se acerque al nacionalismo.
Guste más o menos a Pedro Sánchez, la aritmética es tozuda. Por muchos giros que dé a su andadura, los números son los mismos. Lógicamente, un deshielo con Albert Rivera podría alfombrar su investidura y allanarle el camino de la legislatura. Pero, los puentes entre ambos líderes están rotos. Volaron hace tiempo.
“Es casi ya una cuestión de piel, de incompatibilidad personal”, coinciden desde los respectivos círculos de Sánchez y Rivera. Sin duda, el PSOE seguirá estirando la cuerda de Cs, sobre todo buscando justificar ante la opinión pública la ecuación con la que finalmente puede lograr la gobernabilidad, es decir, con Pablo Iglesias y su Unidas Podemos como “socio prioritario”.
Una “patriótica” aportación naranja al desbloqueo del país –así suena el discurso oficial monclovita– está lejos de alcanzarse. Por no decir imposible.
Atado por el PNV
Además, el Gobierno cegó la “vía navarra”. José Luis Ábalos trasladó a UPN que estaba atado de pies y manos por exigencia del PNV. Sin embargo, poco después de hacer la “cobra” a Navarra Suma, los socialistas le facilitaron el bastón de mando en Pamplona y otros ayuntamientos.
Sánchez vive en un requiebro permanente. Sus movimientos apuntan a un objetivo decididamente imposible: obtener la investidura gratis et amore
Lógico que su líder, José Javier Esparza, quedase a la espera de lograr un acuerdo, con luz y taquígrafos, que le aupara al gobierno foral. Ayer llegó otro jarro de agua fría: el PSOE dio a Geroa Bai la presidencia del Parlamento navarro y permitió la entrada de Bildu en la Mesa.
Esparza, me consta por su entorno, está viviendo una montaña rusa de sensaciones encontradas. Los interlocutores gubernamentales le dan una de cal y otra de arena. Así que el jefe de filas regionalista mantiene un hondo escepticismo.
La aversión de Sánchez
Mientras, Sánchez vive en un requiebro permanente. Sus movimientos, más que cualquier otra cosa, son tácticos y apuntan a un objetivo decididamente imposible: obtener la investidura gratis et amore.
Da toda la impresión de que ansía que quienes le apoyen le hagan sonar al tiempo música de violines. La aversión del presidente a elegir socios es extraña… extrañísima. En todo caso, ilusoria. Porque, por ese camino, corre el riesgo de cerrarse cualquier futuro escenario.