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¿Cómo pueden faltar efectivos en la Sanidad con tanto empleo público artificial?

¿Cómo pueden faltar efectivos en la Sanidad con tanto empleo público artificial?

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La OCDE ha hecho un retrato de la Sanidad pública española, una de las mejores del mundo sin duda por la calidad de sus profesionales, la eficacia de sus instalaciones y la facilidad de acceso para los ciudadanos. El carácter universal y gratuito, entendiendo esto como una manera de denominar a la ausencia de pagos concretos por servicios que dupliquen el esfuerzo ya hecho vía impuestos, resulta modélico en un contexto internacional que no frecuenta ese sistema.

No hay que irse a Estados Unidos para ver cómo, en Europa, los usuarios de las urgencias, las consultas y un sinfín de tratamientos han de pagar por recibir esa asistencia, que en España se da por incluida en la tarjeta sanitaria. Es un logro, sin duda, que conviene mantener y en la medida de lo posible mejorar: nunca será suficiente, y hay pocos destinos mejores para el dinero público.

Retribuciones bajas

Y es precisamente eso lo que señala la OCDE al destacar la falta de efectivos en dos frentes muy sensibles: médicos de atención primera y anestesistas, a los que seguramente habría que añadir a los enfermeros, insuficientes y con unas retribuciones lo suficientemente bajas como para que tengan que emigrar, en muchos casos, a otros países de la Unión Europea.

No pueden faltar profesionales sanitarios en un país con tanto empleo público creado de forma artificial en ayuntamientos, por ejemplo

¿Cómo es posible que falten profesionales tan necesarios en el mismo ámbito público donde se han generado empleos artificiales e innecesarios en tantos Ayuntamientos, sin ir más lejos? ¿Es más prioritario costear tantas televisiones autonómicas, Defensores del Pueblo regionales o esa pléyade de observatorios, institutos y organismos superfluos que puebla la selva administrativa española?

Inadmisible

Resulta simplemente inadmisible que en un país con más de tres millones de asalariados en el sector público no quepan más médicos de familia, profesionales básicos en el quirófano o sanitarios especializados en los cuidados más cotidianos y la asistencia más cercana.

Y eso no se solventa engordando el gasto o subiendo los impuestos, con una deuda pública disparada y una presión fiscal asfixiante, sino estableciendo prioridades con los recursos financieros ya existentes. El Estado tiene pendiente, desde hace mucho, algo que llevan haciendo una década las familias, las pymes, los comerciantes y las empresas familiares: apretarse el cinturón y elegir qué es una necesidad y qué es prescindible. La Sanidad pertenece al primer epígrafe.

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