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EDITORIAL

El bochorno de un único debate electoral a la medida de Pedro Sánchez

El bochorno de un único debate electoral a la medida de Pedro Sánchez

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El mismo candidato que, con toda la razón, reivindicaba hace nada la celebración de debates electorales como un derecho de los ciudadanos y una obligación de los aspirantes; ha logrado imponer el formato, el organizador y la fecha de un único encuentro de cara a las Elecciones Generales del 10N.

Pedro Sánchez, una vez más, tiene un discurso cuando está en la oposición y otro escandalosamente antagónico cuando alcanza el Gobierno: no alcanzar acuerdos con terceros, demorar Presupuestos o no presentarse a una investidura son causa de exclusión, si el titular del Ejecutivo es Rajoy; pero todo lo contrario si la presidencia es suya.

El caso de los debates, que debieran estar regulados por ley para evitar el sonrojante mercadeo que cada campaña padecemos, es especialmente sensible, pues permite al ciudadano contrastar las propuestas y actitudes de cada opción sin el filtro -tan a menudo interesado- de los medios de comunicación televisivos.

Sánchez exigía debates cuando era aspirante; ahora los sabotea cuando es presidente. Esto debería ser regulado por ley

Y el PSOE ha hecho todo lo posible para imponer un único encuentro, con la controvertida Academia de Televisión como organizadora, sin contar con los formatos más libres que las televisiones sin duda hubieran querido impulsar y en una fecha, la del 4 de noviembre, previa a la difusión de cruciales datos sobre el desempleo en España que serían sin duda parte central de la discusión.

Silla vacía

No se entiende del todo bien tampoco que los grandes grupos televisivos y el resto de candidatos acepten sin más el trágala de Sánchez, que impone un mínimo pero no debiera acotar el máximo: nada les impedía a Antena 3, Telecinco, PP, Podemos, Cs o Vox impulsar otros formatos, pese a la escasa duración de la campaña, sin presencia del PSOE .

La silla de Sánchez vacía hubiera sido un mensaje en sí mismo: el de un dirigente político incapaz de mantener un discurso, sustentado en los principios y no en los simples intereses, que esquiva ante la ciudadanía una responsabilidad tan elemental como debatir con el resto de candidatos las veces que haga falta y sin los guiones habituales en estas citas. Esconderse en un momento tan delicado no es, precisamente, digno de elogio.