Casado tiene razón: evitar que Sánchez sea presidente es una emergencia nacional
El líder del PSOE ha erigido su carrera sobre la premisa de saltarse todas las líneas y someter a las instituciones a su servicio. Que lo haga con la Fiscalía y presuma de ello es demasiado.
Que Pedro Sánchez rebasa todos los límites institucionales y políticos era algo ya incontestable desde que decidiera impulsar una moción de censura con los mismos apoyos independentistas a los que debió ayudar a aislar y promocionó, apenas dos semanas después de defender -con razón- el endurecimiento del delito de rebelión en el Código Penal.
Esa manera de llegar al poder, sirviéndose de una sentencia utilizada contra Rajoy pese a no estar ni siquiera encausado que la propia Audiencia Nacional acaba de criticar, perfila el tipo de dirigente político que es el líder socialista y anticipó cómo iba a comportarse una vez instalado en La Moncloa.
Sometiendo como nadie al CIS o a RTVE, escondiendo sus gastos y los de su mujer en viajes de toda laya con aeronaves públicas convertidas en taxis privados o, entre tantos otros ejemplos, utilizando la propia Moncloa para tapar el escándalo de su tesis plagiada o el bochorno de su libro de autopromoción sobre el que pesan todas las dudas legales.
No puede ser presidente alguien que desconoce los pilares elementales de la Constitución y la separación de poderes
Pero hasta con ese currículo, lo que acaba de hacer en público con la Fiscalía, presentándola como una institución gregaria y a las órdenes de él mismo, resulta insólito en general y en particular con el caso que le hizo: nada menos que con la extradición de Puigdemont desde Bélgica, y en el mismo día en que se conocieron sus siniestros planes de tomar el Parlamento catalán con Quim Torra y los CDR.
Así no
Si Sánchez piensa así, no puede ser presidente alguien que desconoce los pilares elementales de la Constitución y la separación de poderes. Y si lo ha hecho de forma premeditada para entorpecer la puesta a disposición de la justicia del fugado, como sospechan medios de comunicación y partidos políticos, todavía peor.
El carácter cesarista de Sánchez, que llegó apelando al parlamentarismo y al diálogo para enterrar el primero y prohibir el segundo a continuación, es ya legendario. Su tendencia a considerar a las instituciones del Estado meras herramientas a su servicio, también. Pero destrozar así de públicamente la separación de poderes es, sencillamente, inaceptable. Alguien así no puede gobernar un país serio. Y los votos deben decírselo este domingo.