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EDITORIAL

Rufián tiene razón aunque duela: el irresponsable Sánchez le debe todo a ERC

El papel decisivo del independentismo no es consecuencia de su peso real en España, sino de la vergonzosa relevancia que le da el PSOE para conseguir la presidencia.

Rufián tiene razón aunque duela: el irresponsable Sánchez le debe todo a ERC

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Casi duele escuchar a un líder separatista como Gabriel Rufián asegurar, en público, que un partido cuyo máximo dirigente está en la cárcel por sedición "quita y pone Gobiernos". Con independencia del color de ese Ejecutivo, es el de España, y a cualquier ciudadano de bien le indigna y frustra que pueda existir esa dependencia y que, además, se exhiba en público con chulería.

Pero aunque enoje, Rufián tiene razón: Pedro Sánchez fue presidente gracias a los votos del separatismo en la moción de censura y, por su empeño en rechazar el diálogo con los partidos constitucionalistas, solo logrará la investidura si de nuevo le respaldan.

El valor de soberanismo no depende de su peso real en España -apenas un 7% del total nacional de votos-, sino del papel que le den el resto de partidos a la hora de hacer sus cuentas. Y el PSOE de Pedro Sánchez le da un papel protagonista decisivo: simplemente, sin esos votos fracasará nuevamente en su investidura y se condenará a los ciudadanos a otras Elecciones, las quintas en cuatro años.

De lo antinatural y peligroso de esa dependencia puede dar cuenta cualquiera con un asomo de dignidad intelectual, incluyendo al propio Sánchez, ahora secuestrado por un partido al que acusaba de provocar "insomnio", caso de Podemos, y por otro al que antes de votar decía querer confinar en la irrelevancia, ERC.

La culpa es solo de Sánchez

¿Cómo es posible que alguien con esas opiniones sea tan frívolo luego como para echarme en manos de quienes le llevaban a pensar así? ¿Mentía Sánchez, para no espantar votantes, cuando decía esas cosas de sus potenciales socios, y en realidad está cómodo con ellos? ¿O siguen pareciéndole un peligro público para España y aún así les dará un papel preponderante si de ello depende su futuro político personal?

Sea cual sea la respuesta, ambas retratan al líder socialista como un irresponsable capaz de todo con tal de lograr un objetivo personal que, objetivamente, puede dañar al país que presidiría. Porque no hay que olvidar que Sánchez se entregó al nacionalpopulismo para desalojar a Rajoy; se negó a sondear acuerdos con Cs tras el 28A (aunque la propaganda gubernamental le achacara todo a Rivera) y ahora, después del 10N, ni ha cogido el teléfono a Pablo Casado.