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EDITORIAL

Sánchez paga con la integridad de España el rescate a unos secuestradores

El líder del PSOE arrodilla a su país, deja que lo humillen y lo pone en riesgo para garantizarse su permanencia: un acto de indecencia sin precedentes que su partido debe frenar.

Sánchez paga con la integridad de España el rescate a unos secuestradores

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Pedro Sánchez ha puesto en peligro la estabilidad institucional de España, renegado de su fantástico legado democrático desde 1978 y rehabilitado, cuando no entregado las llaves del Gobierno, a los principales adversarios del país para lograr una lamentable investidura.

Por duro que parezca, ésa es la conclusión de todo lo que ha venido haciendo el presidente en funciones para perpetuarse en La Moncloa. Y la primera ronda en el Congreso, fallida pero precusora de su investidura este martes, lo exhibió con estruendosa claridad.

Allí, un indigno aspirante a gobernar España permitió que un partido asociado al terrorismo como Bildu reescribiera el pasado de dolor, vejara a las víctimas, denigrara la Constitución, insultara al Rey y dejara claro que, en adelante, la estabilidad del Ejecutivo iba a depender del cumplimiento estricto de las exigencias de la nueva Batasuna: autodeterminación, acercamiento de presos y subordinación de la ley a su "democracia".

Fue indecente la intervención de Mertxe Aizpurúa, apelando a Otegi con chulería, pero lo más indigno fue la respuesta de Sánchez, por inexistente: se limitó a callarse ante los desprecios e incluso a agradecer la abstención de los filoetarras. Una indecencia sin precedentes.

Un secuestro

Exactamente lo mismo que ante ERC en la víspera: el partido de Junqueras dejó igual de claro que solo permitía la investidura de Sánchez como fórmula para obtener lo que busca, la independencia de Cataluña y la amnistía de los condenados por sedición, y volvió a amenazar con hacer saltar ese burdo consenso interesado si no se atendían sus reclamaciones.

No hay una "coalición progresista", como dice el PSOE amparado en sus seguidistas y acríticos altavoces televisivos, sino un secuestro de la voluntad ciudadana y la legalidad española por unos extorsionadores que ven, con razón, cómo Sánchez acepta el chantaje y paga el rescate para quedarse con un pírrico botín personal a costa del país entero.

Sánchez no encabeza una coalición progresista: paga un rescate inasumible a unos chantajistas para quedarse con parte del botín

La indecencia no es cuestionable, pues por mucho que el sanchismo intenta maquillar la naturaleza real de su investidura, los hechos prevalecen y sus interventores no engañan: le permiten seguir en La Moncloa para poner al Gobierno a su servicio.

Que Sánchez lo tolere y alimente es una indignidad cercana a la traición, pero además es el remate a una bochornosa mentira con la que engañó a los españoles antes de ir a votar: les dijo, de manera rotunda, que el independentismo encontraría en él un freno, y lo que ha hecho es ponerle una alfombra.

¿Y el PSOE?

Todos y cada uno de los 120 diputados socialistas pidieron el voto en sus circunscripciones con ese mensaje frente a Otegi, Junqueras o Iglesias; y a todos ellos les cabe la posibilidad de atender con decencia ese compromiso con el que obtuvieron su escaño.

No les votaron para lo que está haciendo Sánchez. Y si ahora le amparan en su fechoría, no serán solo cómplices de ella: se convertirán en coautores de una vergüenza sin precedentes que pone en riesgo casi todo en España. Y lo saben.