El otro "sí se puede" de Guaidó en Madrid
El presidente encargado de Venezuela se dio un baño de multitudes en Sol con aquellos compatriotas que aspiran a que acabe la pesadilla del chavismo en su país.
Juan supera los 70 años. Se hace una foto, en una esquina de Sol, abrazando a su hija por el hombro. “Se llama Isabel, como mi mujer”. Ambos se cubren de la lluvia con una bandera de Venezuela.
Juan es español. Pasó casi 40 años en Venezuela hasta que tuvo que volver (“huir”, me corrige) con Chávez ya en el poder … y sin Isabel, “el amor de mi vida”. Ella murió allí , “pero me queda otra dice señalando a su hija- y mis nietos”. Isabel (hija) enseña las fotos de la saga familiar, que Juan consiguió reunir en España.
“Perdimos todo. Una vida entera de trabajo”. Toca volver a empezar aquí , “como la película de Garci”. “Pero no nos quejamos. Estamos vivos y juntos, mientras allí mueren de hambre”.
La lluvia es persistente en la Puerta del Sol. Un enemigo pequeño para estos miles de venezolanos, exiliados, que ya lo han pasado todo y nada más pueden perder. Esperan a Juan Guaidó . Llevan gorras y banderas de Venezuela. Y pancartas en las que se pide “libertad”, “democracia”, “justicia” y “paz”. La música por la megafonía sostiene la larga espera.
El aire a Obama
Tres personas han colgado una bandera de Cuba en un balcón, justo debajo de “Tío Pepe”. La plaza les ignora. La provocación ha fracasado. Nada que ver con aquellos tiempos en los que el G2 cubano y su embajada en Madrid secuestraban opositores en plena Castellana.
Guaidó llega por fin y se desata el delirio. Sube a un pequeño escenario. La lluvia no importa nada. Guaidó , de lejos, tiene un aire a Obama aunque le falta su “flow”. “Mi generación -proclama pegado al micrófono- ha venido a asumir esta responsabilidad.
Cuando nuestros hijos crezcan y nos pregunten … y vosotros qué hicisteis … tendremos una respuesta digna que darles”. “¡Nunca más la injusticia!”, grita. “¡Sí se puede!”.
Cuando nuestros hijos crezcan y nos pregunten … y vosotros qué hicisteis … tendremos una respuesta digna que darles”. “¡Nunca más la injusticia!”, grita. “¡Sí se puede!”.
De lejos, el aire es a Obama, pero de cerca Guaidó lleva ya marcado en su cara el peso asumido ante la historia y la tensión de quien sabe que un día cualquiera puede encontrase con una bala en su camino en cualquier esquina de Caracas.
Un amigo diplomático me cuenta: “sería el fin de Maduro, de Diosdado Cabello y de la sanguinaria Delcy Rodríguez, que es una psicópata vengativa. Saben que Trump irá a por ellos si le pasa algo a Guaidó”.
“¡El mundo nos va a ayudar!”, repite, mientras tanto, con seguridad el presidente encargado de Venezuela a lo suyos.
De Almeida a Abascal
“Ha venido el embajador de Estados Unidos”, me chivan. Richard Duke Buchan III ha entrado discretamente a la Real Casa de Correos con sus hijos y espera en la primera planta, lejos de los focos, para saludar en privado a Guaidó . Al cabo de un rato, le veo bajar y salir, tan discreto como llegó , por la puerta de atrás del edificio, rodeado de sus guardaespaldas.
Por la puerta principal, mientras, una lluvia de flashes acompaña la llegada de Santiago Abascal, que se da baño de masas. “Se ha hecho 1.000 kilómetros, ida y vuelta desde San Sebastián para estar aquí", comenta Iván Espinosa de los Monteros. Rocío Monasterio asiste, también, como portavoz en la Asamblea. De forma más discreta entra Pablo Casado, con Adolfo Suárez Illana, Antonio González Terol y Javier Maroto.
También el alcalde, Jos Luis Martínez-Almeida, que, poco antes, en el Ayuntamiento, al entregarle la Llave de Oro de la ciudad, ha pedido perdón a Guaidó por “aquellos españoles que han colaborado decisivamente para llevar a Venezuela a la situación en la que se encuentra”.
Ángel Gabilondo ha acudido respetuosamente al acto institucional de Sol. A nadie extraña su presencia, pese al feo del PSOE y del Gobierno. Gabilondo y Guaidó se dan la mano y charlan unos segundos. Junto a ellos, Isabel Díaz Ayuso, la anfitriona, cuyo “Viva Venezuela libre” ha resonado en el patio central de la presidencia madrileña al acabar su discurso.
Por supuesto, ni Podemos, ni los de Errejón (“los venezolanos comen tres veces al día”) asisten. Nada nuevo. Iglesias, Monedero, Errejón y tantos otros (algunos ya purgados en sus propios partidos) colaboraron en la creación de este monstruo. La diáspora venezolana es hoy -tras la de Siria- la mayor del planeta, pero para nuestra izquierda “progresista” estos “refugees” no existen.
“¡Volveréis a casa!”, les prometía Guaidó en Sol. “No tengamos duda de que pronto nos veremos en nuestro hogar, en Venezuela”
¿Cuánto dinero ganaron ayudando a diseñar este régimen criminal estos que hoy se blanquean en tertulias televisivas?. “Bolivia y la DEA igual nos lo aclaran pronto”, me dice el amigo diplomático. “Ya no está Evo para tapar la información como Maduro en Venezuela. Si ha habido algo, ahora si hay posibilidades de saberlo”. Bolivia preocupa mucho en Podemos.
“¡Sí -se-puede!”, se oye desde la calle. Los venezolanos inundan Sol con esa frase que tanto nos suena. Desde el balcón, la voz de Guaidó se funde con todos ellos. “¡Libertad!”, grita ensanchando la palabra.
Hasta Galapagar
Igual su grito de libertad llega la mansión de Galapagar o al despacho de Ábalos (“¡a mí no me echa nadie!”, dijo ayer en plan bolivariano). O a Málaga donde Pedro Sánchez, a esa hora, se relamía de guapo vestido de esmoquin y asistía a la gala de los Goya sin que nadie de nuestros artistas tuviera la sensibilidad o la decencia de acordarse del drama venezolano.
“¡Volveréis a casa!”, les prometía Guaidó en Sol. “No tengamos duda de que pronto nos veremos en nuestro hogar, en Venezuela”. Y Juan … 70 años, 40 en Venezuela … me confiesa: “Sí . Yo aún sueño con volver a Venezuela, pero ya solo para morir allí y estar con ella” … Isabel, el amor de su vida.