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El espionaje y la cloaca que callan los amigos de Podemos de ‘La Vanguardia’

Ahora que se habla tanto y tan a la ligera de cloacas y espionajes, vamos a recordar un capítulo casi olvidado que, sin embargo, es de los más graves de la historia. Es éste.

Enric Juliana y Pablo Iglesias, cuando presentaron su libro al unísono

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Ahora que tanto se habla de cloacas, se señala tan repugnantemente a Eduardo Inda y que algunos periodistas de “La Vanguardia”, tan simpáticos para los dirigentes podemitas, como Pedro Vallín escriben páginas sobre el temblor que supuestamente existe en una parte del mundo periodístico madrileño por las ‘villarejadas’, tal vez sea adecuado recordar que, en lo que respeta a alcantarillas y espionaje, por el periódico del conde de Godó algo saben.

Lo que ni Vallín ni el sumo pontífice Enric Juliana (exPSUC a sueldo de un grande de España), que tanto gustan a Iglesias y compañía y tanto les gusta a ellos gustarles, han relatado como ejemplo de esa conjunción entre servicios del Estado, cloacas y medios de comunicación es lo que sucedió a principios de los 90 con su editor y con el medio en el que escriben.

A Javier Godó le entró el pánico a que alguien pudiera destronarle de su trono en el principal periódico de Cataluña y allí acudió raudo y veloz un coronel en excedencia. Fernando Rodríguez, vinculado al CESID, con la bendición del entonces director del servicio, Emilio Alonso Manglano. El tal Rodríguez acabó contratado como asesor. Pueden imaginarse para qué.

A la ‘brigadilla’ se le sumó Mikel Lejarza, ‘El Lobo’, famoso infiltrado en ETA y hombre del servicio español desde los tiempos del SECED creado por Carrero Blanco. Sin olvidar otros contratados, simples peones de obra para las labores de su oficio.

Con ese material humano y una cobertura del CESID en medios técnicos, se instalaron micrófonos para grabar a todo el que pasaban por la sede de “La Vanguardia”, por el despacho del conde y hasta por el de su secretaria. Sin olvidar pinchazos telefónicos y colocación de micrófonos en domicilios.

Entre los que se vieron afectados por aquello, nombres del empresariado y los medios madrileños y directivos de las empresas de Godó. La historia es larga y enrevesada pero puede encontrarse fácilmente por Internet.

Cloaca con historia

El conde se libró pero a los responsables de aquella célula de espionaje les cayó una condena. El propio “Lobo” declaró que Godó y su secretaria eran los que le señalaban los objetivos a espiar. En aquel turbio asunto hubo mucho de favores debidos, implicados gubernamentales y de los servicios de inteligencia y una situación crítica a nivel nacional que aconsejaba pasar de puntillas sobre el asunto.

Aunque lo que apuntó la Fiscalía sigue ahí: “Obtener información de las actividades personales y profesionales de aquellas personas que Javier de Godó consideraba antagonistas en sus actividades empresariales”. Algunos, cuando hablan de cloacas, deberían recordar su propia historia.

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