El presidente de España merece ahora apoyo aunque Sánchez sea un irresponsable
La incompetencia de Sánchez se resume en una imagen: dos ministras y su propia esposa están infectadas. Tardó en reaccionar y agravó el problema, pero ahora hay que ayudarle.
Ningún presidente es culpable de un drama sanitario como el que estamos viviendo, como tampoco lo es de un terrible atentado como el del 11M o de una catástrofe ecológica como la del Prestige, que sí les fueron imputados sin embargo a los predecesores de Pedro Sánchez.
Pero sí lo son, desde luego, de la gestión de esos desafíos. Y la del actual jefe del Ejecutivo ha sido no solo incompetente, sino en muchos casos negligente y temeraria: solo una semana antes de clausurar de hecho España, el mismo dirigente que ha limitado al máximo incluso salir a la calle, animaba a millones de españoles a lanzarse a ella para celebrar una manifestación desaconsejada por Europa, por los médicos y por el más elemental sentido común.
Lo hizo anteponiendo sus intereses políticos a la protección de los ciudadanos. Y lo hizo a sabiendas del peligro que ello encerraba: los especialistas ya habían comunicado el agravamiento terrible de la enfermedad y la experiencia de China y de Italia le indicaba a cualquiera cuál iba a ser la evolución del coronavirus en España y qué imprescindible era ya adoptar medidas de contención que otros políticos, como Díaz Ayuso, tomaron casi desde el primer momento.
Sánchez ha estado casi dos meses negando la evidencia, y movilizando incluso a su ministro de Sanidad y el portavoz de éste, Salvador Illa y Fernando Simón, para recubrir con falacias científicas decisiones estrictamente políticas de un presidente irresponsable.
Que dos de sus ministros, Irene Montero y Carolina Darias, y su propia esposa, Begoña Gómez, hayan contraído la enfermedad, resume con estrépito la mezcla de incompetencia, egoísmo, temeridad y frivolidad del líder del PSOE, más preocupado siempre por su promoción personal que por sus obligaciones institucionales y las necesidades de sus gobernados.
Pero si Sánchez merece todo el repudio, el presidente de España necesita el respaldo de todos y hay que dárselo, aplazando lo que sea necesario el juicio a su labor política en el desafío más decisivo que ha vivido el país en décadas.
Tregua sí, pero sin olvido
Es obvio que él no haría lo mismo, y que Sánchez e Iglesias añadirían a la emergencia sanitaria o una explosiva tensión política a la situación de estar gobernando el PP, como prueba su lamentable actitud hacia Rajoy por un único caso de Ébola hace seis años: si montaron la que montaron por el sacrificio de un perro y la afección de una enfermera, ¿qué no harían con miles de infectados, decenas de muertos y todo un país colapsado por el virus y la ineficacia de un Gobierno estando ellos en la oposición?
Tiempo habrá de pasar esa factura, que no debe olvidarse. Se puede aplazar ese ajuste, sin duda, pero con un matiz: él debe dejar de apoyarse, en esto y en todo, en partidos y dirigentes que, como este sábado Iglesias, Torra y Urkullu, han antepuesto sus lamentable objetivos políticos a la gestión de un momento dramático. Si ni así rompe con ellos y se apoya en el PP y Cs, tal vez haya que replantearse la tregua sanitaria que todo el mundo ha de estar dispuesto a firmar.