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Presidente, ¿por qué despreció las alertas que le llegaron ya desde enero?

Sánchez no aclara ni siquiera si él o Calvo están enfermos o en cuarentena: esa opacidad se transmite al conjunto de sus actuaciones y a la nebulosa de los días previos a la crisis.

Presidente, ¿por qué despreció las alertas que le llegaron ya desde enero?

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Las cifras han vuelto a desbordar, con estrépito, las previsiones del Gobierno. Y producen ya un infinito espanto, con más de 33.000 afectados y casi 2.200 muertos: unos baremos que nos acercan ya cuantitativamente a China, a la que España supera con holgura en términos porcentuales con arreglo a sus respectivas poblaciones.

Que ni siquiera sepamos si, en ese contexto, el presidente del Gobierno y su vicepresidenta primera están o no en cuarentena por el coronavirus que rodea a la familia del primero y puede explicar el ingreso de la segunda; resume a la perfección la mezcla de retrasos, inconcreciones y falta de transparencia de un Ejecutivo superado por los hechos y por sus propias lagunas.

Porque si bien Sánchez no es culpable del coronavirus, como Aznar o Rajoy no lo fueron de otras catástrofes explotadas sin embargo por el PSOE, sí es el responsable de no haber actuado con rapidez y de haber desechado sistemáticamente las advertencias de las autoridades y lo que ya se venía venir desde China o Italia.


Porque al menos por dos veces, el 23 de enero y el 30 del mismo mes, organismos como la OMS o la OMC le trasladaron al Gobierno español, como a otros de Europa, de la dimensión histórica del virus que ya asolaba china y se instalaba cruelmente en Italia. Y en ambos casos, no solo se despreció el diagnóstico, sino que se agravaron los problemas al tolerar o incluso impulsar actividades que probablemente explica ahora la inusual propagación del COVID-19.



Una cosa es desechar la polémica política en tiempos de crisis sanitaria, que solo serviría para hacer más irrespirable el momento para los ciudadanos, y otra despreciar el análisis exhaustivo de lo que se ha hecho muy mal hasta ahora, aunque solo sea para asegurar la adopción de las medidas correctas en el futuro inmediato y enterrar la angustiosa sensación de que se improvisa sobre la marcha.

Porque no puede ser que el Gobierno, por ejemplo, mantenga como principal portavoz de la emergencia a la persona que hace apenas dos semanas anunció, con solemnidad, que en España solo habría "casos aislados". Fernando Simón no puede seguir siendo la voz que les llega a los españoles cada día, carece de la credibilidad elemental para ejercer ya esa función.

Con un Ejecutivo en cuarentena, pública o cubierta; un portavoz de credibilidad achicharrada y unas cifras desbordantes; exigirle claridad y respuestas a Sánchez no es ninguna osadía: es un acto de decencia elemental que todos tienen la obligación de practicas, en los medios y en las instituciones. Empezando por una explicación urgente de por qué ignoró, con premeditación, una alarma que le constaba de manera fehaciente.