Los tres test de Irene Montero provocan esta cruel respuesta de un enfermero
La ministra de Igualdad disfruta de la desigualdad a su favor como pocos otros, gracias al erario público, y presume de ello. Hasta que un sanitario responde de esta manera.
Seguramente Irene Montero refleja como nadie la paradoja del Gobierno: quien más desvelos debía dedicar a protegernos, más expuestos no ha dejado con sus flagrantes retrasos y sus monumentales errores.
Y la ministra de Igualdad lo resume como pocos llevando enferma toda la crisis sanitaria desde el principio: de portar pancartas del tipo "El machismo mata más que el coronavirus" a ver cómo 20.000 españoles han perdido la vida mientras ella se recupera en su bonita casa de Galapagar.
Ese contraste marca la trayectoria general de los Iglesias-Montero, que han visto cómo la misma política que no lograba sacar de la crisis a casi nadie en estos años -¿o década ya?- tan duros, a ellos les convertía en clase pudiente.
Donde para tantos había desahucios, para ellos ha habido chalet en Galapagar; donde a tantos les toca engrosar el paro o reducirse el sueldo, a ellos se les han incrementado los ahorros y las retribuciones familiares suman cinco ceros.
Mientras tantos se empobrecían, perdían el trabajo, carecían de test o eran desahuciados; los Iglesias-Montero se han convertido en clase alta
Un contraste tremendo en quienes veían en todas esas bonanzas un abuso, incluso cuando procedían de la actividad privada, y que ahora ellos disfrutan gracias al erario público y no por su trabajo en, digamos, Inditex.
Y a lo que se ve, esos privilegios también alcanzan a la asistencia sanitaria. En un país en el que, diga lo que diga el Gobierno, no se conoce a casi nadie que haya podido someterse a un test de detección del coronavirus dos meses y medio después de que la OMS trasladara una alerta sanitaria al Gobierno; la ministra de Igualdad ha revelado en público que ha dado tres veces positivo. Es decir, que ella sí se ha podido someter varias veces a la prueba de detección.
Con este resultado demoledor en Twitter, el otro laboratorio por el que pasan los comportamientos de los cargos públicos. No hacen falta muchas palabras, basta con ver la imagen de este enfermero, uno de tantos que se está dejando la vida en ayudarnos mientras caen como chinches por la falta escandalosa de material sanitario elemental:
No se puede decir tanto con tan poco, a partir de un dato terrible: España es récord mundial en muertos por millón de habitantes, que es la única manera de medir realmente el impacto del virus en cada país. Y también en número de sanitarios contagiados: el 15% del total pertenecen al gremio de los médicos y enfermeros, y no lo contrajeron acudiendo a manifestaciones pese a las indicaciones internacionales, sino trabajando para paliar los efectos de esas decisiones políticas tan kamikazes.
Un contraste tan sangrante podría provocarle algún tipo de pudor a la aludida, pero no lo parece a tenor de lo que sigue manteniendo en público. En una de sus últimas intervenciones, para ser entrevistada por Carlota Corredera en el Sálvame de Telecinco, no sólo no mostró algo de contrición, sino que llego a hablar del sufrimiento de quienes viven confinados en 40 metros cuadrados.
Ella, la ministra de Igualdad, paseando desigualdades inmobiliarias y médicas, con tantas habitaciones de sobra como test de detección, intentando ponerse en el lugar de quienes sufren todo lo contrario. Es difícil encontrar un ejemplo de osadía mayor. Da positivo en demagogia y privilegios sin necesidad de someterla a examen: la partisana de Galapagar ya no cuela.