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Fernando Simón, el hombre que tuvo engañada a toda España y sigue en ello

Es el portavoz sanitario de la mayor pandemia que se recuerda, pero sobre todo lo es del Gobierno y de la estrategia de Sánchez para no dar cuentas y tapar sus errores y engaños.

Fernando Simón, latigazos de verdad

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Fernando Simón se ha convertido en un personaje popular, quizá el que más cámara chupa de España por encima incluso de Pedro Sánchez, cuyos "Aló presidente" no exceden en metraje las intervenciones diarias de "Mister Pandemia".

Su largo pelo blanco de cuarentena, su rebequita de científico compungido y su tono de voz de Moncho Borrajo deprimido son un espléndido disfraz para tapar a la persona que ha extendido por toda España un engaño tan masivo como el del coronavirus.

Hay que tener el estómago a prueba de bombas y más ancho que largos los pelos de las orejas para decir, el mismo día en que la OMS remitió una advertencia sanitaria el 31 de enero, que en España solo habría "casos aislados" y luego, con el mismo cuajo, enumerar el listado de muertos cada día. Con la misma sonrisa, con el mismo tono falsamente doctoral, como si todo fuera un accidente y además menor.



Simón no solo debería dimitir por respeto elemental a las víctimas. Ni siquiera solo por no haber sido capaz aún de disculparse y de explicar si eso fue un simple error humano o hubo algo más: porque fue él personalmente, junto a otros responsables del Ministerio de Sanidad, quien despreció en enero los avisos internacionales y quien se negó a catalogar al COVID-19 como un virus del "tipo 4", el más grave y destructivo: lo rebajó al número 2 y perdimos un tiempo precioso.


Pero hay otra razón más, por si todas las enumeradas no fueran ya suficientes: además ha seguido mintiendo, con reiteración, sin pestañear, en el asunto más delicado, con una sangre fría que asusta: no tuvo empacho alguno en sostener en público que la mortandad en España era "igual o algo más baja a la de Europa".

Su gran mentira

Llegó a decir esto, literalmente, el pasado 14 de abril: "Los datos de EEUU, por la población y el tamaño que tiene, son más llamativos que en otros países. En Europa se mantienen las tendencias en todos los países: incrementos suaves, con variabilidad sobre todo por las diferentes poblaciones. La letalidad es complicada de valorar, porque no se sabrá hasta tener datos finales".

Y recalcó: "Es muy parecida en los países europeos, sobre el 10%, España igual un poco más bajo que otros países. Nos sigue llamando la atención por la situación favorable Alemania, con un 2,3% de letalidad. Ojalá se mantenga y puedan sacar pecho con una letalidad inferior".



En realidad, es cuarenta veces superior a la de Grecia, seis a la de Portugal, superior incluso a la de Italia y, por resumirlo en unas pocas palabras, veinte veces superior a la media mundial: si el coronavirus hubiera golpeado por igual a todo el planeta y las cifras españolas fueran las comunes, en lugar de 200.000 fallecidos tendríamos 3.2 millones: 150 veces más de los existentes.

Simón ha falseado la mortalidad de España, diciendo que es incluso más baja que en Europa, a sabiendas de que es la mayor del mundo

Cualquiera puede comprobar ese terrible desajuste, indiciario de las chapuzas, la imprevisión o incluso la negligencia con que Sánchez, Iglesias y compañía gestionaron unas advertencias que todo el mundo recibió pero ellos no atendieron.

Amparados en este Lysenko de pelo cano, aquel ingeniero agrónomo de Stalin que provocó los mayores estragos en la Rusia Soviética con sus teorías delirantes adaptadas, eso sí, a las necesidades y discursos del Régimen.

Abraham Lincoln decía que "se puede engañar a todo el mundo un tiempo y a unos pocos todo el tiempo. Pero es imposible engañar a todo el mundo todo el tiempo". Una frase pensada para personajes como Fernando Simón, un lobo con piel de cordero que ha sido espléndido para abordar esta emergencia sanitaria... para Pedro Sánchez. Como responsable de pandemias no tiene futuro, pero como fabricante de coartadas no tiene precio.