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No se puede seguir apoyando a Sánchez si no expulsa del Gobierno a Iglesias

No se puede seguir apoyando a un Gobierno cuyo dirigente amenaza a rivales, empresarios, jueces, periodistas, ahorradores y a la Corona. Sánchez tiene que elegir y tiene que elegir ya.

No se puede seguir apoyando a Sánchez si no expulsa del Gobierno a Iglesias

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Pablo Iglesias amenazó ayer a un partido político, VOX, y a sus cuatro millones de votantes, desde la tribuna del Congreso con una frase que recuerda de manera premeditada a la que Pasionaria dirigió a Calvo Sotelo días antes de que fuera asesinado.

Una dijo, dirigiéndose a su rival, que aquella sería la última vez en que podría hablar en el Parlamento. Y muy poco después acabó muerto. Y el otro, rememorando ese capítulo sin citarlo, dijo algo muy parecido: "España se quitará de encima, como hizo en el siglo XX, la inmundicia que ustedes representan".

Lo hizo, para rematar un discurso inaceptable, a la vez que se vanagloriaba de representar al comunismo y de reivindicar sus cien años de historia, jalonados por uno de los mayores genocidios en masa, perpetrado por el terrible Stalin.

Se trata de unas palabras inaceptables en cualquier contexto y desde cualquier ámbito político, pero especialmente en uno en el que confluyen los poderes especiales del Gobierno con la limitación de derechos de la ciudadanía.

¿Con plenos poderes alguien así?

Con ser lamentable el currículum incendiario de Iglesias, repleto de amenazas, escraches, defensa de la violencia y restricción de libertades; no es nada al lado de lo que supone escucharle en el presente algo así a todo un vicepresidente del Gobierno en pleno Estado de Alarma.

Porque amenaza directamente a VOX, tan criticable como perfectamente homologable con una democracia occidental, pero en realidad también a todo aquel que no comulgue ni con sus ideas ni con las de un Gobierno que eleva su sectarismo cada vez que se dispara su incompetencia, para disimular los desastres que genera y los que no sabe gestionar.

Con las cámaras representativas bajo mínimos, la justicia paralizada y el Estado de Derecho en cuarentena, las bravatas de Iglesias no puede ser tomadas como un mero exceso retórico ni tampoco como una barbaridad privativa de Podemos: implican al Gobierno, del que forma parte, y hacen inviable el respaldo de la oposición a Pedro Sánchez si no toma medidas y suelta lastre.

Porque Iglesias, además de amenazar a sus rivales, lo ha hecho a la Corona y por tanto a los pilares de nuestra democracia parlamentaria. Lo hace con el empresariado, imprescindible para salir adelante en tiempos tan dramáticos. Lo hace con la Justicia, a quien quiere sometida a sus designios. Lo hace contra los medios de comunicación. Y lo hace, en definitiva, contra el conjunto del sistema de alternancia y contrapesos característicos de un Estado de Derecho.

Alguien así no puede representar a España ni recibir más cheques en blanco por razones de emergencia sanitaria. La emergencia es confinar a dirigentes así en la irrelevancia y no dejar que asuman poderes extraordinarios para extender su enfermiza visión de la vida en democracia, dañina para la convivencia e incompatible con la ayuda que se espera de las instituciones europeas.

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