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La trampa de Pedro Sánchez, el presidente que solo sabe pensar en sí mismo

El presidente no piensa en la alarma ni en la crisis más que en su propia supervivencia. Y teje una tela de araña de la que Pablo Casado va a saber escapar.

La trampa de Pedro Sánchez, el presidente que solo sabe pensar en sí mismo

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Pedro Sánchez prepara a conciencia sus apariciones. El equipo presidencial de Iván Redondo oficia de trainer. Nada queda al azar. Además, el presidente sabe amoldarse a las circunstancias. Es de plastilina. Ahora le toca ser un líder dialogante, pactista, consciente del desafío…

En ningún caso van a dolerle prendas por prometer inversiones, gastos. En las últimas semanas no ha dudado incluso en deslizar datos inexactos para ayudar a su causa. En fin, lo que le permita agarrarse a La Moncloa. Es un convencido de que la política es llegar al poder y, luego, mantenerse en él.

Todos los movimientos en estos días se guían por ese objetivo. Incluso cuando apela a la responsabilidad de los demás: “No hay plan B al estado de alarma. El plan B es el plan A, que es el estado de alarma” –solemnizó en su último Aló Presidente televisado-.

En resumen: o yo o el caos. Ni siquiera baraja los riesgos de que la cuarta prórroga de medidas excepcionales decaiga en el Congreso. Pese a la inexorable merma de respaldos que ha ido teniendo desde los 321 votos iniciales a los 269 de la tercera.

Quiere seguir gobernando, durante toda la desescalada, vía decreto y orden ministerial. Por mucho coste que suponga la foto a la baja de apoyo parlamentario. Que es la imagen de un Gobierno tocado… y hundido.

En ese contexto, para calmar ánimos -de entrada, con sus socios, en particular el PNV, con quien intensifica los contactos discretos-, el presidente ha mostrado la “cogobernanza” con las Comunidades Autónomas. A todas luces, esta mano tendida a las regiones llega tarde y por necesidad. Pero debe intentar contentar a los barones.

También a los del PSOE. Porque a Sánchez se le revuelve el patio interno. Más todavía cuando los choques en el Consejo de Ministros son indisimulables. Pablo Iglesias y los suyos forzaron un retraso de dos horas en la última reunión del Gobierno para analizar pormenorizadamente las fases de la desescalada que habían recibido por email la noche anterior. Ya ni la tripulación se fía del comandante de la nave.

Contra Casado

El plan de Sánchez busca debilitar a Pablo Casado. El mandamás socialista sabe que, en la prórroga del estado de alarma, juega con cartas marcadas contra el líder del PP. Si decide no apoyarla, caerá sobre su cabeza el diluvio culposo de los males por llegar.

Pero si vota a favor, quien lo quemará en la hoguera será la derecha convencida de que se están utilizando las medidas excepcionales para implantar políticas liberticidas. O sea, la ilusión de Sánchez cumplida. Casado saldría el miércoles del Congreso como un “virus mortal” o como un “colaboracionista” para los planes radicales de Iglesias.

La cosa llega al punto de que hasta los diputados populares, yendo más allá que su presidente, piden votar no “para dejar de hacer el panoli” por responsabilidad de Estado. Así que seguramente en el término medio esté la virtud: Casado, esta vez, piensa abstenerse.