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España no necesita un Estado de Alarma para protegerse pero Pedro Sánchez sí

El Gobierno europeo más irresponsable con la prevención es ahora el más radical con la congelación del Estado de Derecho para, con la excusa sanitaria, fabricarse una coartada.

Pedro Sánchez, este martes en el Senado

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Con el Estado de Alarma más precoz y longevo de Europa, España tiene tres tristes récord mundiales: el de mayor mortalidad del mundo (solo superado por Bélgica) y el de mayor desplome del PIB y del empleo en Europa.

Que con ese trágico cuadro, demostrativo de los flagrantes errores de previsión de un Gobierno que aumentó los peligros al desechar las advertencias internacionales para solo adoptar medidas cuando ya era tarde y el contagio masivo era un hecho; el Gobierno se dedique a asustar a la ciudadanía vinculando su salud a la prolongación de una figura que congela buena parte del Estado de Derecho, es inadmisible.

Pero es lo que va a ocurrir, al menos por otros quince días, gracias al respaldo de Ciudadanos y el PNV, que puede extenderse otro mes más, hasta cubrir junio entero, si al final también suscriben los planes ya conocidos de Pedro Sánchez.

Suspensión democrática

La pregunta que hay que hacerse es si, para limitar los riesgos sanitarios, es necesario congelar el Estado de Derecho, hundir económicamente el país, darle poderes excepcionales y omnímodos a un Gobierno que los utiliza para mucho más que la mera lucha contra el coronavirus y suspender derechos y libertades individuales y colectivos de una manera impropia de una democracia.

Porque si de verdad ésta fuera la única manera de garantizar la vida de los ciudadanos, no habría dudas ni plazos al respecto. Pero no lo es, y lo demuestra el propio plan de desconfinamiento del Gobierno, que permite, con distintas excusas, pasar el día en la calle casi a cualquiera: por joven, por mayor, por deportista, por consumidor o por acompañante; lo cierto es que se puede pasar buena parte de la jornada fuera de casa en espacios además limitados que favorecen la concentración.

Lo que no se puede es trabajar o reabrir un pequeño negocio con un mínimo orden ni, tampoco, ejercer derechos esenciales de un Estado de Derecho: ni como ciudadano ni como representante de ciudadanos en las Cámaras de representación popular. Lo que está en cuarentena, en fin, es la democracia.

Y la obligación de rendir cuentas por parte de un Gobierno que aumentó el peligro hasta el 16 de marzo, ignorando los avisos internacionales y contribuyendo al contagio masivo y el colapso hospitalario de manera evidente; y después ha sido más eficaz en aislar la democracia que en frenar al virus: esto lo ha hecho la ciudadanía, sin test ni mascarillas, recluyéndose en su casa y perdiendo su forma de vida.

Prolongar la congelación democrática habiendo alternativas eficaces y compatibles con la contención del virus, es inaceptable. Y obedece ante todo a la necesidad de Pedro Sánchez de hacer olvidar el origen de la virulencia vírica y mortal en España, fabricándose una coartada repleta de bulos, falsedades y una manipulación escandalosa de la realidad. A un precio infinito en un país que acumula muertos y parados como nadie.

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