¿Acabaron a voces Calviño y Sánchez por el insólito acuerdo del PSOE con Bildu?
Lo mejor que tiene el Gobierno es además casi lo único que tiene para negociar con Europa. Y está harta. Tanto como para que se haya plantado ante Sánchez, atosigado por Iglesias.
El espectáculo de Sánchez con la anulación de la reforma laboral tras acordarlo con Bildu, para luego matizar a medianoche que la suspensión no sería integral, tiene un mar de fondo inmenso que comienza con un pulso entre irresponsables: de un lado, el propio presidente, tragando con todo aunque contradiga todos sus compromisos. Y de otro Pablo Iglesias, que una vez más le ha echado un pulso haciendo valer sus indispensables votos.
Fue el vicepresidente quien tejió el acuerdo con el partido de Otegi, el "hombre de paz" en sus propias palabras. Y quien le impuso a Sánchez la derogación total, algo que figuraba en su acuerdo de Gobierno pero que el PSOE nunca tuvo intención de aplicar en su totalidad: ni los propios sindicatos e lo exigían, conscientes de que eso condenaría al paro a alrededor de dos millones de empleados eventuales.
Pese a todo, Sánchez tragó y lo aceptó y, por mucho que a medianoche se desdijera, Iglesias no piensa apearse: él se ha comprometido a una derogación absoluta, y de ahí no se moverá. El pulso está servido. Pero sabiéndolo de antemano, ¿por qué el presidente se rectificó a sí mismo por la noche e intentó mantener buena parte de la reforma pese al acuerdo con Bildu?
Una parte se debe al monumental cabreo de los barones socialistas regionales, que no dan crédito ni a las formas ni al fondo. Pero lo decisivo fue la intervención contundente de Nadia Calviño, que según le cuentan a este Topo montó en cólera al ver cómo se avanzaba en el despropósito.
La vicepresidenta económica no solo es lo más razonable del Ejecutivo en cuestiones financieras, sino que además es muy respetada en Bruselas, donde se la escucha más y mejor que al propio Sánchez: es ella la garantía de rigor que el Gobierno no ofrece, y su figura es clave para rematar el complejo acuerdo por el que España recibirá ayuda económica de España.
Pues bien, Calviño llegó a advertir con su propia salida del Gabinete si prosperaba tal cual se había anunciado el acuerdo a tres bandas entre el PSOE, Podemos y Bildu, y eso frenó lo que sin embargo ya estaba anunciado. Al parecer, la vicepresidenta puso sobre la mesa el espanto que ese pacto iba a generar en Europa y el riesgo de que eso acelerara un rescate que, con ése u otro nombre, se da por descontado.
Europa no quita ojo
Y todo ello en pleno runrún sobre la especie que recorre hoy todos los pasillos políticos de Madrid: que Merkel y Macron dependerán ante los 27 el SOS para España... siempre y cuando Sánchez se libere de Iglesias y se entienda con Pablo Casado, en quien Alemania, Francia y Holanda tienen mucha confianza.
¿Será verdad o no que se llegaron a escuchar gritos en Moncloa entre Sánchez y Calviño? ¿Y entre Iglesias y Sánchez? Quién sabe. Lo que sí es seguro es que la nave a la deriva económica que es el Gobierno tiene un único socorrista: la vicepresidenta económica. Y está, literalmente, hasta el moño.