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No es una crisis constituyente: se trata de una operación para acabar con el Rey

La nueva normalidad es el eufemismo de una campaña impulsada para cambiar el régimen democrático con dos objetivos claros: la Constitución y la Monarquía Parlamentaria.

Los Reyes, en la pandemia

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En estos días nos hemos sorprendido con la frase del Ministro de Justicia sobre que en España estamos en el inicio de una “Crisis Constituyente”, no estaría de más que el presidente del Gobierno se pronunciara sobre el alcance de la ya famosa frase.

Lo más preocupante ha sido el alborozo con el que han recibido el mensaje los socios comunistas e independentistas que conforman la coalición que nos gobierna, acompañado con el silencio de los presidentes autonómicos socialistas. Estos movimientos coinciden con el ataque frontal contra la Monarquía que se está produciendo en el foro político.

Así pues, ya vamos conociendo los ingredientes de la “nueva normalidad”, un ataque frontal contra los pilares básicos de la transición: La Constitución de 1978 y la Monarquía parlamentaria, ambas instituciones fruto del consenso y respetadas por los ciudadanos durante décadas y que han posibilitado la alternancia política pacífica entre los dos bloques ideológicos mayoritarios en España, el centro-derecha y el centro-izquierda.

La denominada “Crisis Constituyente” no es más que la excusa que se quiere utilizar para quebrar los equilibrios políticos de España y lograr la ruptura tan ansiada por los movimientos radicales que desde la década de los años treinta del S XX han intentado poner en práctica en nuestro país.

Nunca las ideas comunistas han sido relevantes en una sociedad democrática y siempre han intentado introducirse de forma silenciosa a través del socialismo cuando este ha tenido un declive ideológico. El ejemplo lo tenemos en la actualidad en España; estamos ante un partido socialista que ha perdido la batalla de las ideas y ha mutado en un Sanchismo cuyo programa está reflejado en el libro “Manual de Resistencia”, es decir, únicamente resistir día a día es el proyecto de Pedro Sánchez, por lo que el comunista Pablo Iglesias es el que garantiza esa resistencia a cambio de llevar la iniciativa programática de cambio social.

Para ello poco a poco y de forma sinuosa, los peones comunistas se van posicionando en los resortes que les van a servir de palanca para lograr sus objetivos, y sobre todo para derribar los cortafuegos democráticos que se crearon en la transición para evitar precisamente la carcoma radical: La Corona y la Constitución. Se han ido introduciendo en la televisión pública, en el CNI, han cesado a profesionales independientes y sobre todo están reescribiendo la historia.

Durante estos meses de claro shock social se han ido ensayando propuestas totalitarias que nos han ido presentando a base de propaganda. Nos han monitorizado las redes sociales diciendo que así nos protegían, han afirmado que criticar al Gobierno era antipatriota, han sacado la bandera de la unidad mientras sembraban odio semana tras semana, y todo ello con el silencio de los socialistas democráticos que, a cambio de estar un día más en la Moncloa, permiten que se esté tejiendo la “Crisis Constituyente”, haciendo realidad el refrán castizo: “pan para hoy y hambre para mañana”.

Todo a peor

No podemos caer en la trampa y permitir que se ponga en juego nuestra convivencia, porque la prosperidad nunca puede tener su base en propuestas comunistas, y en ningún lugar del mundo el futuro se ha logrado sin una alternancia democrática basada en el consenso.

Como decía Peter Drucker, considerado como el padre de la moderna sociedad del conocimiento, “Los motores del comunismo son la envidia y el odio” Por eso, no aceptemos que en España se imponga la idea de que estamos en una “Crisis Constituyente”, porque lo que encierra esa frase es una propuesta de cambio social y por supuesto a peor.

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