El extraño caso del Trankimazin: ¿Por qué no hay existencias en las farmacias?
El verdadero problema es que muchos profesionales de la salud no consideran a la ansiedad una enfermedad. En ese contexto, surge este inquietante fenómeno añadido.
El Trankimazin es el nombre comercial de un ansiolítico excelente: el Alprazolam, muy utilizado como tratamiento de la ansiedad, y que supuso cuando salió al mercado hace unos cuantos años un gran avance terapéutico, sobre todo para tratar los episodios de pánico.
Poco tiempo después, el laboratorio que lo patento y fabricó, Pfizer, una importante multinacional del sector, sacaba un nuevo producto llamado Trankimazin Retard, cuya fórmula era en esencia la misma que su homónimo, pero tenia una cualidad farmacocinética importante y diferencial: su acción era mas duradera en el tiempo y por lo tanto mucho mas cómoda de administrar, y, sobre todo, al tener la vida media mas larga el potencial adictivo era mucho menor.
Este detalle de prolongar la acción en el tiempo de un tranquilizante y mantener niveles plasmáticos estables sin producirse subidas ni bajadas rápidas, mejoraba notablemente a nivel practico a su antecesor, y las ventas pronto se dispararon llegando a ser un de los medicamentos mas usados (y mas vendidos) para combatir los trastornos de ansiedad severos y graves.
Pero, como dice el refranero popular, “nuestro gozo en un pozo”. De repente, sin avisos, ni advertencias, sin información a médicos ni pacientes, nos encontramos con que la formula Retard no se sirve a las oficinas de farmacia.
Lo que en un principio parecía un desabastecimiento temporal, se ha convertido en una ausencia total del producto en sus presentaciones mas usadas, y, todo ello, para un servidor lo mas grave, sin explicación alguna ni a pacientes ni a médicos.
La ansiedad y la angustia son, sin duda, enfermedades muy severas para quien las padecen, y también para los familiares que ven como el enfermo, “inexplicablemente” tiene miedos incompresibles, dudas absurdas, inseguridades irreales, malestar general, opresión en el pecho, palpitaciones, sudoración, dificultad para respirar, mareo e inestabilidad en la marcha y un sinfín de síntomas que le incapacitan para llevar, lo que habitualmente entendemos como una vida normal. Y lo peor, le han explorado, estudiado y le dicen una y otra vez que no tiene nada.
Si a la enfermedad de la ansiedad y de la angustia, es difícil de estabilizar y controlar, ahora le han añadido una situación que todavía nos dificulta mucho mas su tratamiento y nos obliga a hacer una serie de cambios farmacológicos que, además, no sabemos si serán temporales o definitivos. Claro, comparar y quejarse por este “nimio” incidente con las muertes por cáncer, los ictus o las infecciones diversas, seria solo una anécdota, incluso una queja injustificable.
Algunos colegas (no digamos los “todólogos” televisivos) nos dirán que existen otros muchos tranquilizantes en el mercado, además insistirán en que son sustancias que deberían de usarse menos, que producen adicción, que hacen perder memoria y agilidad mental. En fin, incluso, algunos, se “alegrarán” de que no tengamos esta sustancia para de esta forma, a la brava, disminuir el consumo de ansiolíticos.
Claro, esos planteamientos solo pueden ser fruto de la ignorancia, y también de la osadía. Nadie duda que no es saludable dar ansiolíticos para todo, como tampoco nadie puede dudar que es eficaz dar antibióticos para la gripe. ¿Pero eso devalúa a los antibióticos? Yo creo que no.
El verdadero problema es que muchos profesionales de la salud no consideran a la ansiedad una enfermedad, y además no tenemos un sistema sanitario con suficiente numero de profesionales para el abordaje de los trastornos psíquicos. España ocupa uno de los últimos lugares en la ratio de psiquiatras por habitantes.
La crítica
Mi reflexión, y mi critica, no es tanto la falta de un medicamento en cuestión como la ausencia de información de cual ha sido la causa para que ello se haya producido. ¿Cómo podemos dejar desabastecidas las farmacias de una sustancia muy útil para combatir la una de las lacras del siglo XXI como es la ansiedad, sin que pacientes ni médicos sepamos la razón?
Perdón se me olvidaba, la respuesta es obvia. Para muchos solo se tratan de sustancias adictivas que se prescriben a “troche y moche” sin causa ni razón justificada. ¡Pobres ignorantes!