Pablo Iglesias, ¿qué tenía Dina en la tarjeta para que necesitaras destruirlo?
El vicepresidente tercero y líder de Podemos está en un lío muy gordo del que no sabe cómo salir. Y las redes le acorralan con preguntas y juicios de lo más punzantes.
Pablo Iglesias se presentó ante el juez como víctima del robo del móvil de su asesora Dina Bousselham, ahora directora del panfleto digital que, vaya por Dios, respalda Podemos: la susodicha no ha dejado de encontrar acomodos laborales por su amistad con el actual vicepresidente tercero, pero todo ha sido una causalidad.
Tan ingenuo hay que ser para creerse eso como para tragar su versión inicial en el juzgado. Cosa que no hizo el titular del mismo, Manuel García-Castellón, responsable de que se destapara el fétido asunto: Iglesias, lejos de ser damnificado por la desaparición del smarphone, fue receptor de la tarjeta que guardaba todo su contenido, la guardó durante meses sin decírselo afectada y, finalmente, se la devolvió dañada e inservible.
Ya de entrada, tenemos una mentira en sede judicial que, de salida, puede rematarse con dos acusaciones por delitos de revelación de secretos y daños informáticos. Pero además, en el ámbito político y público, la "sentencia" está emitida: Iglesias, el denunciante de cloacas inciertas, es el responsable de una cloaca mayúscula.
Y tras callarse mucho tiempo sobre el episodio o falsearlo, directamente, su primera reacción noha podido ser más patética a juicio de ciudadanos anónimos y periodistas ilustres: dijo que se guardó la tarjeta para proteger a Dina de la presión. A una mujer mayor de edad, independiente y con derecho a saber y a decidir. No es de extrañar la irónica reflexión de Vicente Vallés, elegante látigo de todas las contradicción de quien, no lo olvidemos, ahora está en el CNI:
En esa misma línea, aún resuena el soberano zasca lleno de agudas reflexiones de Antonio Martín Beaumont, director de ESdiario y autor de un extenso artículo que expone todas las vergüenzas de Iglesias y de Dina, a quien por cierto Podemos recolocó en un Ayuntamiento madrileño, el de Coslada, gobernado por un socialista:
Y un último con una de las preguntas más inquietantes del caso, planteada por el editorialista de este periódico, Antonio Naranjo. No tienen desperdicio las respuestas de los tuiteros, por cierto, más avispado o imaginativos, quién sabe, de lo que nadie podría creer. O sí.