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Otra vez un Gobierno irresponsable que mira para otro lado ante el rebrote

La ley y el sentido común no le permiten al Gobierno mantener la indiferencia actual hasta un nuevo rebrote ni abandonar a su suerte a cada Comunidad Autónoma.

Salvador Illa

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En las últimas dos semanas, se han triplicado los contagios oficiales en España, con 917 casos nuevos en la víspera, récord de transmisión desde que decayera el Estado de Alarma. Unas cifras muy inquietantes que le ha llevado a los portavoces del Ministerio de Sanidad a no descartar que, de hecho, ya estemos sufriendo una segunda oleada de coronavirus.

Que sea en pleno verano y muy poco después de sortear la primera y letal embestida confirma los presagios científicos y legitima su previsión de que, en otoño, el problema sanitario puede vivir otro terrible pico. No será tan destructivo como el de marzo, pero que nadie sea capaz de calcular los estragos resulta de lo más inquietante.

Todo esto ocurre con Sanidad convertida en una especie de testigo pasivo o, en el mejor de los casos, en mera comentarista de lo que ocurre en distintas Comunidades Autónomas, como si su único papel fuera ése: mirar desde fuera, dar consejos genéricos e instalar en la opinión pública la falsa idea de que el Gobierno de España no es responsable de nada y que todo depende de sus homólogos regionales.

Es decir, el mismo Ejecutivo que primero actuó con negligente imprevisión y luego intentó taponar la herida, ya tarde, provocando el mayor confinamiento poblacional de Europa; ahora se desentiende del incipiente repunte y deja que cada presidente autonómico se apañe como pueda, pese a no tener las mismas herramientas legales y administrativas que La Moncloa.

Ni la Ley de Salud Pública ni la General de Sanidad descargan al Gobierno español de la máxima responsabilidad sanitaria en tiempos de pandemia ni entregan a sus versiones regionales competencias y decisiones indelegables de la Administración Central.

Que Fernando Simón se fuera a Portugal a hacer surf mientras el Covid empezaba a dispararse en Cataluña o Aragón y Pedro Sánchez o Salvador Illa no se hayan referido apenas a los rebrotes desde hace semanas resume una lamentable actitud que enlaza, bien mirado, con las que anteriormente todos ellos tuvieron.

Porque entre la indiferencia y la clausura total del país, que fueron los dos registros gubernamentales entre marzo y junio, hay un camino intermedio que otros países recorrieron desde el primer momento con resultados muy positivos en términos de mortalidad y destrucción económica, especialmente si se comparan con las trágicas magnitudes de España.

La "cogobernanza", en fin, ha sido el irresponsable eufemismo con el que Sánchez y su Gabinete se han puesto de perfil, a la espera de que el resto haga su trabajo o de que, si no lo hace, parezcan justificadas de nuevo decisiones radicales que aumenten la zozobra general del país.