El Gobierno abandona al turismo y se deja humillar por el Reino Unido
Es incomprensible que mientras Londres veta los vuelos turísticos a España, Moncloa se dedique a mirar para otro lado y a reforzar a Gibraltar.
Resulta incomprensible que la única "gestión" conocida del Gobierno ante el Reino Unido en las últimas semanas haya sido la lamentable reunión de la ministra de Asuntos Exteriores, Arancha González Laya, con las autoridades de Gibraltar, a las que visitó de manera irresponsable, confiriendo al Peñón un estatus institucional que ni tiene ni puede tener.
Que no se desplegara, sin embargo, para evitar el veto británico a los vuelos turísticos a España; lo dice todo del despiste de la diplomacia española, incapaz de atender sus responsabilidades mas básicas pero siempre dispuesta a alimentar los intereses ajenos.
La desidia internacional, especialmente llamativa una semana después de que Pedro Sánchez tuviera la ocasión de convivir durante tres largos días con todos los líderes europeos, ha concluido con una decisión de Londres y otra de París que terminan de rematar la temporada turistica para España.
El miedo a venir aquí ya era intenso tras constatarse que la pandemia había golpeado a España como a ningún sitio, como demuestran las inusuales cifras de contagios y mortalidad, ocultadas por el Gobierno y sus apoyos mediáticos pero bien conocidas en Europa.
Y se ha agravado tras constatarse que, al término del Estado de Alarma, el Ejecutivo se ha desentendido de todo y le ha cedido toda la responsabilidad a las Comunidades Autónomas, como si la salud pública en tiempos de epidemia pudiera delegarse sin mas.
Con ese panorama previo y los rebrotes posteriores, pretender que el turismo vuelva sin mas es una osadía. Y no hacer nada para salvar los muebles, en la medida de lo posible, una negligencia. Porque la falta de tutela que se percibe en España al respecto de la coordinación nacional, la gestión de los aeropuertos o el control migratorio se multiplica por diez, en términos de duda, en el ámbito internacional.
Si aquí ya se teme un segundo rebrote, el turismo lo da por hecho y considera, simplemente, que veranear en España es un riesgo inasumible para la salud. Y tal vez eso no se pueda evitar, pero se tiene que intentar paliar con una frenéticas actividad diplomática que no ha existido por ningún lado. Y lejos de calmar los temores a los visitantes, son éstos con su plantón quienes, en realidad, incrementan los nuestros. Tal vez con razón.