¿Qué hacen Sánchez y su Gobierno en la playa en plena segunda oleada?
Con más de mil contagios diarios, Pedro Sánchez no puede estar de vacaciones y su Gobierno no puede permanecer al margen de una gestión entregada a las Comunidades.
Con más de mil contagios confirmados a diario, España vuelve a estar en cifras similares a las de abril y su sistema sanitario se sumerge de nuevo en una presión asistencial que, en aquellas fechas, desbordó su capacidad e hizo que muchos enfermos de coronavirus murieran.
La diferencia, sin duda crucial, es que el paciente de ahora tiene una edad inferior, lo que hace que la patología tengan un impacto menor: en los tramos superiores, y especialmente a partir de los 80, la letalidad del Covid es terrible. Pero no significa que entre los 18 y los 50 no sea también apreciable, por mucho que en ese segmento poblacional el impacto sea inferior.
Parece evidente que, en contra de lo dicho por el portavoz Fernando Simón, estamos ya en una segunda oleada, matizada por el perfil de los enfermos y el mayor conocimiento de la patología. Pero agravada, también, por la sensación de inmunidad que absurdamente parece extenderse en todos los rincones de España y en especial entre los más jóvenes.
Resulta obvio que el ocio nocturno y la actitud de los menos vulnerables al virus están siendo determinantes en la reactivación de los contagios, cuyo número anticipa un mes de septiembre terrible cuando se disipe una tregua vacacional que se concede una parte de la ciudadanía pero no, desde luego, el Covid.
Pero también es palmario que, ante ese paisaje, el propio Gobierno alimenta los comportamientos menos tolerables con su estrambótica actitud, simbolizada en la imagen del propio presidente, Pedro Sánchez, yéndose de vacaciones a la playa.
No resulta sencillo transmitir la necesidad de contención y cuidado cuando el jefe del Ejecutivo es el primero en normalizar lo anormal, marchándose de Moncloa en plena emergencia sanitaria. Nadie discute el derecho a descanso de cualquier servidor público, pero hay excepciones como ésta que no admiten duda.
¿En la playa?
Porque mientras Sánchez está en Lanzarote y su Gobierno desaparecido, se resucita una imagen parecida a la del comienzo de una pandemia que tuvo, por su parte, la peor gestión del mundo, saldada con la mayor mortalidad y la ruina más agravada.
En este contexto y con esos antecedentes, dejar a Comunidades Autónomas y Ayuntamientos al frente de las decisiones, es un claro error que bordea la negligencia y anticipa, tal vez, otro horror insoportable. Y no está España para permitirse otra caída de la que difícilmente se levantaría.