España está aterrorizada con el virus y el Gobierno de vacaciones en la playa
Es indecente sumir a la sociedad en un temor endémico, no darle respuestas claras y además marcharse a descansar mientras las cifras se disparan. Llueve ya sobre mojado.
Los datos de contagio en España siguen una secuencia de crecimiento exponencial que presagian un otoño muy duro, con cifras de infectados similares a las de marzo y abril aunque, eso sí, con una mortalidad muy inferior fruto del cuidado que los mayores están mostrando hacia sí mismos y de la menor vulnerabilidad de la mayoría de los enfermos, con edades que les hacen más resistentes al virus.
Pero lo cierto es que los profesionales sanitarios, nueve sociedades científicas y la Organización Médica Colegial llevan alertando de un nuevo colapso hospitalario desde hace días, con un mensaje que contrasta con el del Ministerio de Sanidad, cuyo portavoz, el célebre Fernando Simón, restó hierro a la posibilidad de un rebrote masivo y virulento.
Teniendo en cuenta que todos los presagios del Gobierno han quedado sepultados por una dramática realidad, en el sentido opuesto al anunciado, conviene creerse más a los médicos y enfermeros que estuvieron en la primera línea en el comienzo de la pandemia y, sin duda, conocen mejor que nadie el comportamiento que puede tener el Covid-19 y los recursos existentes para atender otra oleada.
¿De verdad hay que estar tranquilos como dice Simón y sostiene el Gobierno con un éxodo vacacional de sus miembros, con Pedro Sánchez a la cabeza, incompatible con una situación de emergencia sanitaria? ¿O es precisamente esa galopante ausencia de autoridades la que, de nuevo, resta importancia a un fenómeno que sí la tiene?
Sería gravísimo que en septiembre España volviera a ser azotada por la epidemia y que, en el mes previo, los responsables se hubieran dedicado a minimizar el riesgo y a disfrutar de la playa, dejando en mano de unas Comunidades Autónomas a menudo desbordadas una gestión que, con la ley en la mano, corresponde a la Administración Central.
Lo cierto es que, tras padecer la mayor mortalidad del mundo y sufrir la subsiguiente ruina económica, es inadmisible que a estas alturas no sepamos a qué atenernos y la sociedad española viva en un permanente estado de pánico, repleto de incertidumbres.
No se sabe qué pasará ni se tienen certezas de asuntos clave como la vuelta al colegio, el impacto de los ERTES en el desempleo, la llegada de recursos de la Unión Europea o la gestión global de un drama que comenzó siendo sanitario y ahora es además económico.
Son demasiadas las dudas. Y demasiado sangrante la actitud del presidente y de sus ministros, de irresponsables vacaciones mientras todo a su alrededor se ha derrumbado o va camino de hacerlo. No se puede estar en la playa mientras los daños crecen y los miedos se disparan. Que Salvador Illa haya convocado ahora de urgencia a las Comunidades indica que algo serio ocurre, pero también que quizá lleguemos tarde. De nuevo.