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Rosa Díez, Girauta y los hinchas más contumaces de Cayetana Álvarez de Toledo

Ilustres expolíticos marcados también por la controversia salen en defensa de la defenestrada: como ella, nunca hacen prisioneros. Aunque se lo tomen todo como una guerra.

Cayetana, despidiéndose

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La brusca salida de Cayetana Álvarez de Toledo, con muchas virtudes entre las cuales no parece estar la lealtad, ha provocado un maremoto de reacciones, muchas muy críticas y algunas muy laudatorias e ilustres que la ubican en un espacio tan rotundo como el de sus seguidores más famosos.

Gente que parece desayunar lentejas con chorizo, que no se anda con chiquitas y que llama al pan y al vino por su nombre, aunque a veces parezca abusar un poco del banquete: nunca hacen prisioneros, en un mundo que no soporta la guerra aunque tiene tendencia a librar todas las que puede.

No sorprenden nada, por ejemplo, los halagos de gente como Rosa Díez, una especie de hermana mayor de Cayetana, tan contundente como ella y tan poco proclive como ella a jugar en equipo... salvo que sean capitanas, entrenadoras, delanteras centro y presidenta a la vez:

Junto a la fundadora de UPyD, partido que fundó mientras aún militaba en el PSOE justo tras perder las Primarias frente a Zapatero; otro de los nombres que más se identifican con la portavoz caída es alguien con una trayectoria similar, el también exportavoz de Ciudadanos en el Congreso, Juan Carlos Girauta. Un simple tuit enlazando la portada de ABC, donde escribe, lo dice todo:

Y no podía faltar en el selecto grupo otro consumidor frecuente de carne cruda, el periodista y eurodiputado de VOX, Hermann Tertsch, que además de añorar a Cayetana estrena el trato a su sucesora, Cuca Gamarra, con un sonoro mandoble:

Para terminar, el más sutil de todos en su respaldo haya sido tal vez el profesor de Filosofía Miguel Ángel Quintana Paz, impulsor de debates y cursos en los que es muy frecuente ver a la propia Cayetana Álvarez de Toledo, a la que despide con esta descarga de mordacidad:

Frente a ese coro, otras voces contraponen una lectura más política y menos pasional, dando quizá en la clave de todo el entuerto: Casado no la nombró para destituirla, pero no podía mantenerla eternamente mientras le enmendaba a él y al partido. Algo así deja claro Antonio Martín Beaumont, poniendo algo de orden en el gallinero:

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