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La huelga política de Madrid, el enésimo intento de derribar a Díaz Ayuso

El autor sostiene que el paro anunciado en las aulas, con la ministra de Educación desaparecida, forma parte de una campaña eterna de la izquierda contra la presidenta regional.

Isabel Díaz Ayuso, durante la pandemia

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Al indisimulado ataque por tierra, mar y aire contra la Comunidad de Madrid, y en concreto, contra su Presidenta Isabel Díaz Ayuso, le faltaban las huelgas.

Sí, porque ahora que se cumple un año de la toma de posesión de la Presidenta tras el Pacto acordado con Cs de 155 puntos programáticos, lo único que le faltaba, mejor dicho, lo único que aún no había intentado la oposición madrileña de izquierdas, era intentar crispar las calles, especialmente ahora en un momento de especial sensibilidad.

Han intentado acabar con su Presidencia, como decía, de todas las maneras posibles, fundamentalmente apoyados en dos instrumentos básicos en las democracias modernas: los medios de comunicación y las redes sociales, pero trabajando siempre con una misma estrategia, que ha sido la fabricación de mentiras y bulos, todas ellas achacadas a la propia Isabel Diaz Ayuso.

Hagamos memoria. En la campaña electoral para las elecciones autonómicas que dieron lugar al Gobierno PP-Cs, el principal argumento contra ella, una política nueva, limpia y hecha a sí misma, fue denigrar su figura y sus posicionamientos políticos sacando frases de contexto y elaborando unos corta/pegas de sus declaraciones, siempre buscando ridiculizarla como a la mayoría de mujeres que han destacado en el PP.

Esto es algo que por cierto no debería extrañar a nadie, pues precisamente si algo caracteriza generalmente a la izquierda española es la critica descarnada a la mujer de derechas con argumentos machistas que deberían ser el primer objeto de preocupación de cualquier Ministerio de Igualdad. Cuánto avanzaría la igualdad en España si el Ministerio simplemente pusiera en marcha una campaña diciendo: Hermana, se puede ser mujer, joven y de derechas sin tener ningún trauma.

Transcurrido un tiempo, la siguiente campaña vino de la mano de otro clásico en la crítica a los políticos de derechas, que es rebuscar en su genealogía, sus familiares, parientes y conocidos de la niñez, buscando en alguna conducta que de manera colateral, sea supuestamente criticable.

Eso dio lugar en el caso de la Presidenta, hasta a una Comisión Parlamentaria, en el que de nuevo la izquierda volcó todo lo peor de si misma, sin más objetivo que seguir embarrando la política regional, a la vez que fabricaba relatos de terror en el que supuestamente podía introducir de manera protagonista a la Presidenta. Fracasaron también.

Llegó la maldita pandemia posteriormente. Y la actitud prioritaria del Gobierno de la Nación respecto a Madrid no fue volcarse en ayudar a los madrileños. Ni mucho menos, con pena lo digo. Día tras día, semana tras semana, mientras el Gobierno Regional y los profesionales madrileños daban la batalla al Covid, desde la oposición política y mediática madrileña se fabricaron polémicas de muy corto recorrido, y se centraron en una descarnada crítica a todo lo que hacía la Presidenta madrileña.

Que las empresas eran solidarias, pues campaña crítica porque una era Telepizza; que se ponía en marcha una infraestructura ejemplar y admirada a nivel internacional como fue Ifema, pues se deslegitimaba presentando en los medios portavoces de la izquierda a tiempo parcial como supuestos expertos en lo que fuera.

Que se traía material sin el apoyo del Estado, pues alguna partida de material no estaba bien; o que se repartían mascarillas a la población, pues los mismos expertos anteriores decían que Isabel Diaz Ayuso entregaba mascarillas demasiado buenas. Todo les valía en su estrategia, todo les ha valido.

Y es ahora, cuando la Comunidad de Madrid lleva meses trabajando muy sola en la vuelta al cole, tan necesaria para toda la sociedad, pero especialmente para los niños que están empezando a formarse, a socializar con sus compañeros, a reconocer la figura de la autoridad profesoral, y en definitiva, a conformarse como los hombres y mujeres protagonistas del futuro de nuestro País, los sindicatos de educación de la región deciden convocar una huelga tan injusta como motivada por cuestiones políticas.

Y no lo hacen ante un el Gobierno Central con una Ministra desaparecida y un Presidente dedicado con furor al ocio veraniego, el cual, ha anunciado una reunión sobre el comienzo de las clases para final de agosto o principios de septiembre para dar las instrucciones de comienzo de ese curso, no: lo hacen ante el Gobierno de Madrid, y la convocan los sindicatos de un País angustiado por su futuro próximo que creen que la mejor manera de arrimar el hombro en esta gran crisis, es bloquear la vuelta a las clases en nuestra Región, intentando crear una crisis política en Madrid.

Pues se equivocan, porque a pesar de que la maquinaria ya se ha puesto en marcha como ellos bien manejan, con sus campañitas en redes sociales, sus noticias tergiversadas en algunos medios y las declaraciones incendiarias de los irresponsables líderes de la izquierda madrileña, los madrileños no necesitan ni van a permitir que una huelga política perjudique aun más a los menores madrileños.

Desesperados

Sí, una huelga política. Una huelga, que es un derecho constitucional, pero que una vez más, es usada por los mismos para lo mismo, y que no es otra cosa que un intento de acabar con el gobierno de coalición de Madrid y con su Presidenta Isabel Diaz Ayuso.

Muy desesperados y muy ajenos a la realidad deben estar, si creen que con esto van a lograr sus objetivos políticos. Todo lo contrario. Van a crispar más, van a cabrear mucho más al ciudadano medio y van a conseguir, una vez más, que a pesar del asedio, Madrid siga siendo una Comunidad libre y de progreso que, presidida por una mujer preparada y con mucho coraje, si una mujer del Partido Popular, Isabel Diaz Ayuso, resiste los ataques de una izquierda que la desconoce y que desconoce a sus ciudadanos, y que parece incluso despreciarla, como demuestra el hecho de que hace 25 años que no la gobierna.

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